En el día trabaja en una oficina del centro de la ciudad. Es un buen trabajador y ha recibido continuos ascensos. Todo el mundo le ama. Es confiable y su compañía es agradable. Es un padre modelo de tres niños. Nadie sospecharía sobre su oscuro secreto.
Por la noche él merodea por vecindarios suburbanos, saltando cercas y tras los árboles. Busca casas modestas, aquellas cuyos dueños son parejas jóvenes, y exclusivamente aquellas que tienen un solo piso. Así, los cuartos no estarán en un segundo piso.
Es viernes otra vez. Esta noche él está de nuevo en territorio familiar. Su corazón se agita conforme se acerca a una casa en donde “anotó unos puntos” la semana pasada. Los recién casados recientemente compraron un atractivo rancho. Sonríe cuando divisa una débil luz que sale por la ventana de la parte trasera de la casa. Se acerca más, esperando escuchar música suave, lo cual le indicará que la ventana está abierta en esta caliente noche de verano. Si, es “jazz ligero”. Este podría ser un punto más a su favor. Se acerca hasta pegar contra la casa y camina silenciosamente hacia la ventana. Su mente está llena de imágenes de lo que ya ha visto antes.
En los Estados Unidos, un hombre como el que acabo de describir se le conoce con el nombre de “Tom, el mirón”. Su actividad es considerada criminal, y con todo el derecho. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que debería estar en la cárcel. Es un pervertido, y ciertamente no es el tipo de persona que uno espera que vaya al cielo. Ciertamente ningún cristiano practicaría jamás tal conducta.
La Biblia está de acuerdo con esto:
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia (Ef. 5:5-6, énfasis del autor).
¿Son los mirones morales o inmorales? ¿Puros o impuros? La respuesta es obvia. Y, de acuerdo a la Escritura, no tienen herencia en el reino de Cristo y de Dios. Aquellos que realmente han nacido de Dios no son mirones.
Una segunda escena:
En el día trabaja en una oficina del centro de la ciudad. Es un buen trabajador y ha recibido continuos ascensos. Todo el mundo le ama. Es confiable, y su compañía es agradable. Es un padre modelo de tres niños. Visita una iglesia evangélica todos los domingos en la mañana y, más aún, es maestro de escuela dominical dos veces al mes. Fue electo diácono el año pasado. Está muy cerca del Pastor y es muy respetado por la congregación. En la antena de su auto lleva una banderita blanca, la cual es símbolo de protesta contra la pornografía en los Estados Unidos. Va bien con su alma.
Luego de laborar muy duro la semana pasada, le encanta descansar los viernes por la noche. Así que camino a casa, al regresar del trabajo, se detiene en una tienda de vídeos del vecindario. Ha escuchado que hay una nueva producción y espera encontrar una copia disponible para rentarla. La encuentra. Los protagonistas son algunas de sus actrices y actores predilectos. Está marcada como restringida, y sabe muy bien que contiene escenas sexuales explícitas y mucho lenguaje vulgar.
Por un momento su conciencia le habla al ver las fotos provocativas en la cubierta. Pero su defensa ya está bien planeada: Cuando llegue el momento de discutir la película con sus amigos creyentes en la iglesia, lamentará que el filme tenga tanto lenguaje vulgar y tanto sexo explícito:
“¿No es una lástima que los productores piensen que toda esa basura es necesaria?”
!Sí! ¡Sí! ¡Qué lástima!
Una vez que los niños se han ido a la cama, coloca el vídeo en su reproductor de cintas y se sienta en el sillón con su esposa. Ella no sospecha con qué ansias él desea ver esos cuerpos femeninos delgados y bronceados en varios grados de desnudez que pronto desfilarán ante sus ojos. Él había escuchado a algunos de sus amigos inconversos decir que las escenas de cuarto son maravillosas. Es viernes otra vez.
Una comparación entre los dos hombres
¿Cuál es la diferencia entre el primer hombre y el segundo? El mirón veía sexo en vivo en los cuartos. El otro veía sexo filmado en los cuartos. El mirón solamente podía ver en forma limitada a través de una ventana entreabierta. El otro hombre tenía una vista muy cercana y muy íntima. El mirón veía a dos personas con un compromiso de por vida expresándose su amor el uno al otro. Estarían aterrorizados si supieran que alguien les miraba. El segundo hombre observaba a dos personas no casadas a quienes se les pagaba grandes sumas de dinero para desvestirse y tener relaciones sexuales enfrente de una audiencia potencial de millones, convirtiéndose así en unos de los trabajadores del sexo más bien pagados del mundo. De hecho, un poco del dinero de este hombre llega a las arcas de ellos. En esencia, él está pagándole a prostitutas para tener sexo filmado y así entretenerse un poco.
Por supuesto, el primer hombre era un mirón en su camino al infierno. El segundo hombre era un seguidor de Cristo en su camino al cielo.
¿O iría realmente hacia el cielo? ¿No es cierto que acabamos de leer que ninguna persona inmoral o impura heredará el reino de Dios? ¿Cuál de los dos hombres era más inmoral?
Veamos dos puntos más que vale la pena notar acerca del segundo hombre, el supuesto seguidor de Cristo: Al rentar un vídeo con escenas sexuales explícitas, le ha dado dinero a la industria pornográfica, alentando a dicha industria a producir más películas de ese tipo.[1] Sus dólares proveerán a otros la oportunidad de mirar más de este tipo de basura; por lo tanto, ha promovido el pecado en las vidas de otros. El mirón parece no haber hecho esto.
Segundo, la película rentada por el “cristiano” estaba llena de lenguaje vulgar. El nombre de Dios se usaba con frecuencia para maldecir. ¿No parece raro que alguien que ora todos los domingos en la iglesia para que el nombre de Dios sea bendecido use su dinero para ser entretenido por personas que repetidamente blasfeman el nombre de Dios?
¿Por qué los hipócritas actúan santamente?
Si el segundo hombre en nuestro escenario era más inmoral que nuestro mirón no convertido, ¿por qué tantos de los cristianos profesantes actúan como aquel segundo hombre, alentando regularmente su lujuria, mirando inmoralidad gráfica como medio de entretenimiento? La respuesta es que no son realmente salvos.
Si usted está de acuerdo en que el segundo hombre era igualmente o más inmoral que el primero, y si usted cree que las personas inmorales no heredarán el reino de Dios (como la Biblia lo dice), entonces usted debe estar de acuerdo con mi conclusión. Pero ¿por qué hay tantas personas engañadas con este asunto?
Es bastante seguro asumir que el cristiano profesante promedio, acostumbrado con regularidad a ver escenas de sexo explícitas en filmes, nunca se dirigiría a vecindarios suburbanos para mirar a través de las ventanas de los cuartos. De hecho, esta persona consideraría al mirón mencionado antes como alguien aborrecible. Y ¿por qué? ¿Es acaso porque el hombre del segundo caso ama a Dios? O ¿es debido a su santidad y pureza interna? No. Esas no pueden ser las razones—o él consideraría igualmente aborrecible el mirar escenas de sexo filmadas entre gente no casada.
Sin embargo, nuestro segundo hombre ha hallado una manera segura de hacer lo mismo que el mirón, pero sin riesgo. Su “santidad” ha sido modelada no con los estándares de Dios, sino con los del mundo. Ha llegado a ser muy aceptado en nuestra sociedad el mirar películas con escenas de sexo explícito, por lo cual no tiene nada de que preocuparse. Su reputación no se arruinará. No perderá su trabajo ni a su esposa. No irá a la cárcel. Sin embargo, si fuera un seguidor genuino de Cristo, hubiera tomado en serio las advertencias solemnes de Jesús acerca de las consecuencias de la lujuria:
Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de sus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (Mt. 5:27-30, énfasis del autor).
Ya sea que este hombre entienda o no, él tiene algo de más peso por lo cual preocuparse que perder su trabajo o su reputación. Su práctica de la lujuria le llevará al infierno para siempre. No obstante, parece ignorar lo que Cristo claramente expuso, al confiar en una gracia salvadora pero no transformadora, una gracia que no existe.
Cuando la virtud es vicio
Hay algo más acerca de nuestro segundo hombre. Su práctica regular de inmoralidad unida a una vida de aparente santidad lo convierte en un hipócrita. Un hipócrita no es una persona que es una mezcla del bien y del mal—un hipócrita es una persona malvada. La razón por la que él ató un lazo blanco en la antena de su auto no es porque se opone a la pornografía. Eso es innegable, ya que con cierta frecuencia gasta su dinero para ver inmoralidad gráfica y financieramente apoya la industria pornográfica, lo cual lo convierte en alguien que apoya la explotación de la mujer y la corrupción de niños y niñas. La razón por la que él ató un lazo blanco a la antena de su auto es porque desea lucir como un justo. Su vida pública es una farsa. Su motivación no es obedecerle a Dios o su compasión por los que son dañados por la pornografía—su motivación es egoísmo puro—su anhelo es que otros piensen muy bien de él. Todas sus buenas obras están teñidas por este mismo hecho. Es un hipócrita, oponiéndose a lo que el mundo conoce como “pornografía fuerte” pero apoyando la “pornografía suave” que en realidad no se diferencia en nada de la anterior.
Nuestro carácter se revela no por lo que hacemos el domingo en la mañana, sino por lo que hacemos toda la semana. Es revelado más visiblemente por cosas pequeñas y por lo que hacemos cuando estamos solos. Tome por ejemplo el caso del robo. Está en los diez mandamientos mencionado como un pecado que si se practica, envía a la persona directamente al infierno (ver 1 Co. 6:10).
Muy pocos cristianos profesantes roban bancos a mano armada. Sin embargo, muchos roban cuando hacen su declaración de impuestos, con lo cual le están robando al resto de los ciudadanos de su país. Algunos pagan a sus empleados “debajo de la mesa” (o aceptan tales pagos como empleados) para evitar pagar impuestos, lo que los convierte en ladrones. Muchos otros tienen el hábito de robarle a sus empleadores. Si por casualidad reciben más vuelto durante su compra en el supermercado, se lo guardan. Son ladrones. En realidad, no roban bancos por su gran amor a Dios ni porque no son egoístas; sus “pequeños” robos dan fe de algo muy distinto. La razón por la que no roban bancos es para no ser apresados. Su aparente bondad sólo despliega su egoísmo. Si pudieran robar un banco con tan mínimo riesgo de su reputación o de su libertad futura como lo hacen con la declaración de impuestos, lo harían. Pero el mismo egoísmo que los lleva a robar cosas pequeñas de las que nadie se da cuenta los motiva también a ser “buenos” en cosas grandes. Nuestro verdadero carácter es revelado cuando somos tentados a hacer el mal con poco riesgo o con consecuencias adversas.
La cámara escondida de Dios
Imagínese que usted es un patrono que tiene un empleado favorito. Ese empleado llega temprano cada día, se va tarde, trabaja duro, y es estimado por sus otros empleados.
Sin embargo, un día a usted se le ocurre instalar cámaras escondidas en su negocio, y para su desconcierto, puede ver en la cinta que su empleado favorito esconde un objeto que pertenece a la compañía debajo de su abrigo. Lo lleva fuera del edificio y, luego de mirar a derecha y a izquierda, lo coloca dentro de su auto. ¿Pensaría usted, bueno en realidad él es un buen empleado, lo que pasa es que tiene un defecto? ¿Ignoraré este hecho?
No. De pronto la opinión que usted tenía de su empleado cambia radicalmente. Ahora, todos los puntos que este empleado había ganado a su favor se ven desde una perspectiva diferente. Ahora usted empieza a preguntarse por qué venía temprano y se iba tarde. ¿Sería para poder robar sin que hubiese mucha gente alrededor? ¿Sería para que usted tuviera una buena opinión de él de modo que si algo se perdía de la oficina usted no sospechara de él? Ahora que le conoce de verdad, todas sus buenas obras anteriores salen a la luz como obras del mal. Así es como Dios mira a los hipócritas. Así es como Dios mira al segundo hombre de nuestra historia. Su inconsistencia revela su verdadero carácter. Este hombre no es un cristiano con un defecto pequeño. Es un hipócrita y enteramente corrupto. Sus buenas obras no esconden su pequeño defecto. Más bien, éstas son una revelación de su egoísmo y de su maldad.
El Espíritu Santo habita en aquellos que son realmente nacidos de nuevo y su santidad aumenta cuando cooperan con Él para tal fin. No llevan una vida doble. Ciertamente pueden caer a veces y pecar. Pero esa no es su conducta permanente. Su vida se caracteriza primordialmente por su obediencia a Dios a quien aman continuamente. Como lo dice el Apóstol Juan: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Jn. 3:9). El nuevo nacimiento es el inicio de una vida en santidad. Conforme el cristiano verdadero aprende más de Dios, es transformado a la semejanza de Cristo (ver Ro. 12:2).
En oposición a esto, aquellos que han experimentado una conversión falsa harán muchas cosas en casa o en el extranjero que normalmente no harían en presencia de otros cristianos. Sus principios morales han sido modelados no de acuerdo con la voluntad de Dios sino de acuerdo con el mundo. Y, como ya se sabe, los estándares mundanos son una espiral que va siempre hacia abajo. Por esto, el cristiano falso habitualmente hace aquello que horrorizaría aún a los no cristianos de hace algunas décadas. Estudiemos un caso: hoy en día, multitudes de cristianos profesantes ni siquiera se atemorizan con lo peor de la obscenidad, la vulgaridad, la violencia y la perversión que aparece en las películas—algo que hubiera impactado a personas no cristianas de hace no mucho tiempo. Algunos líderes cristianos nacionales reconocidos inclusive recomiendan tales filmes, si estos contienen algún tema moralizante que ayude a “redimir”, tal como coraje, honor o el sacrificio propio.
Los verdaderos cristianos están motivados a ser santos porque han sido regenerados por el Espíritu Santo y porque aman a Dios. Por otro lado, lo que motiva a los cristianos falsos a ser tan morales como lo son es su interés personal, lo mismo que motiva a los que no son cristianos a ser morales.
Motivos perversos
¿Por qué los no cristianos se refrenan de cometer ciertos pecados? Es porque temen las consecuencias adversas. Este principio ha sido probado repetidamente a lo largo de la historia humana cuando las restricciones morales usuales, tales como las leyes gubernamentales o la opinión pública, han sido removidas. Cuando la brutalidad se hace aceptable, la brutalidad prevalece. Las enormes cantidades de calaveras humanas halladas en campos de batalla en Camboya y los incineradores casi destruidos de los campos de concentración nazis permanecen como testimonio mudo de la verdadera naturaleza no regenerada del ser humano. ¿Qué sucede cuando el asesinato se legaliza, cuando la ley, el Estado o la opinión pública dice que está bien exterminar judíos o despedazar a los no nacidos en los vientres de sus madres? Nadie tiene que reflexionar sobre la respuesta a esa pregunta.
¿Cuántos cristianos profesantes son motivados, en su moralidad y santidad limitadas, no por el amor a Dios y la regeneración del Santo Espíritu, sino por el siempre cambiante sentimiento público, o la ley de la tierra revisada continuamente, o la presión de grupo de los miembros de su iglesia? Sólo Dios lo sabe con exactitud. Pero a través de un honesto auto examen, cada uno de nosotros puede determinar qué lo está motivando en realidad. Si cada cristiano profesante hiciera eso, muchos estarían asombrados de descubrir que toda su bondad realmente es maldad, ocasionada únicamente por sus propios intereses.
¿Es realmente posible hacer el bien y estar motivado a hacerlo por puro egoísmo? Absolutamente. Como ya lo dije anteriormente, muchos de los hechos “virtuosos” de los no cristianos brotan de motivaciones egoístas. Considere las palabras de Pablo en esta dirección:
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve (1 Co. 13:3).
Jesús, revelador de los hipócritas
La mayoría de los cristianos profesantes modernos se oponen a la pornografía. Pero el hecho de vocalizar la desaprobación de ese mal no es prueba fehaciente de una conversión cristiana auténtica. Si una persona está motivada por su amor a Dios y a los semejantes para oponerse a tal maldad, sus acciones, pensamientos y palabras son consistentes. En su vida personal practica la oposición a ésta y a otras cosas semejantes. Nuevamente, si el segundo hombre de la historia antes expuesta hubiera estado en franca oposición a la pornografía basado en su preocupación por las víctimas de ésta o por su amor a la ley de Dios, erradicaría su costumbre de ver películas con escenas de sexo explícitas. Su actitud hacia todo tipo de inmoralidad sería consistente.
Jesús enseñó sobre una hipocresía similar entre los religiosos de su tiempo, revelando así un principio eterno aplicable a todos aquellos que piensan que van camino al cielo. Consideremos de nuevo sus palabras encontradas en un sermón acerca de la salvación, comúnmente conocido como el Sermón del Monte. Analice el pasaje para ver si encuentra el significado de su enseñanza para los cristianos profesantes modernos quienes dicen oponerse a la pornografía, pero que se gozan en otras formas de inmoralidad sexual.
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de sus miembros, y no que todo su cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (Mt. 5:27-30).
Primeramente, nótese que Jesús está advirtiendo a ciertas personas acerca del infierno. Contextualmente, son personas que no están cometiendo adulterio físicamente. Estaban, sin embargo, cometiendo adulterio mentalmente, y Jesús les dijo que a menos que se arrepintieran, irían hacia el infierno.
La letra y el espíritu de la Ley
¿Estaba Jesús agregando requisitos al sétimo mandamiento? No. Él estaba cerrando un portillo que sólo existía en las mentes de las personas y reveló la implicación completa de lo que Dios quiso decir cuando dio los diez mandamientos. Contenida dentro de un mandamiento que prohibía el adulterio estaba también la prohibición contra la lujuria. Indiscutiblemente, si tener relaciones sexuales con la esposa de su vecino es pecado, entonces desnudar mentalmente a la esposa de su vecino, también es pecado. Cualquier persona honesta tiene que admitir esta realidad.[2] Pero la audiencia que tenía Cristo en ese momento era similar a muchas personas que hoy en día se cuidan de guardar la letra de la ley pero ignoran el espíritu de ésta. Verbalmente se oponen a ciertos pecados de los cuales no son culpables, pero practican los mismos pecados en otras formas. La voluntad de Dios para nuestra pureza sexual va más allá de abstenernos del adulterio, la fornicación y la homosexualidad. Él espera que seamos sexualmente puros en nuestra mente y en nuestras bocas tal y como claramente lo expuso Jesús. Por ejemplo, Pablo escribió:
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias (Ef. 5:3-4).
The New Living Translation (versión de una Biblia en inglés) aclara el significado de inmundicia, vanas habladurías y bromas groseras como “historias obscenas, vana palabrería y bromas pesadas”. Las historias obscenas y las bromas pesadas están obviamente llenas de palabras que conllevan ideas sexualmente inmorales de una manera humorística o positiva, y “la vana palabrería” puede describir fácilmente las conversaciones sexualmente pervertidas de personas a las que la Biblia considera faltas de entendimiento. El punto de vista de Pablo es que ningún seguidor de Cristo debería estar involucrado en inmoralidad sexual, o en impureza, o en cualquier cosa relacionada con estos pecados, incluyendo las conversaciones impuras. ¿Qué cree usted que Pablo le diría a los creyentes modernos que se entretienen mirando las comedias televisivas que están llenas de insinuantes escenas sexuales? ¿Qué tendría Pablo que decir sobre la mayoría de las películas clasificadas para adolescentes o aun aquellas que requieren supervisión de los padres?
Enseñanzas falsas modernas
Tristemente, algunos (así llamados) maestros de la Biblia usan el verso citado de Efesios para contrarrestar la enseñanza “que induce a la culpa” y que está un tanto “desequilibrada” presentada hoy en día por maestros como yo. Su lógica se desarrolla así: “Es naturalmente posible para auténticos cristianos el cometer pecados de inmoralidad e impureza, de otro modo, Pablo no habría hablado del asunto”.
No estoy diciendo que es imposible para los cristianos cometer adulterio o fornicación. Por supuesto que es posible, ya que los cristianos aún son agentes morales libres. Un verdadero cristiano podría caer en inmoralidad. El propósito de Pablo sin embargo, al escribir las palabras antes citadas no era asegurarle a las personas que continuamente cometían pecados de inmoralidad e impureza que ciertamente eran salvos a pesar de su estilo de vida. Más bien, estaba tratando de advertir a los cristianos para que se alejaran, tan lejos como fuera posible, de toda sombra de tales pecados, ya que éstos caracterizan a las personas que van camino al infierno. Tal como lo expresa Pablo en los siguientes versos:
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia (Ef. 5:5-6).
Sí. Un cristiano puede ceder ante un pecado de inmoralidad. Pero aquellos que lo hacen con regularidad se distinguen por ser inmorales e impuros y se exponen a llegar a ser cristianos falsos. Debido a la naturaleza adictiva del pecado, particularmente de la lujuria sexual, el sabio seguidor de Cristo evitará y resistirá cualquier pensamiento, palabra o hecho relacionado con la inmoralidad sexual. Puede ser que un cristiano recién convertido no conozca bien los estándares divinos acerca de la pureza sexual, pero en cuanto lea Efesios 5: 3-5, su excusa de ignorancia ya no es válida. Es por eso que Pablo escribió sobre esos asuntos.
Otras preguntas oscuras
Para oscurecer el asunto y tratar de robarle el verdadero significado a las claras advertencias de las Escrituras, algunas personas preguntan, “¿Qué constituye la práctica del pecado? ¿Si yo cometo adulterio una vez este año y cometí adulterio una sola vez hace tres años, me hace eso un adúltero practicante lo cual por tanto me constituye en un falso cristiano? ¿O fue que simplemente caí dos veces?”
La primera pregunta que se debe hacer es, “¿Te arrepentiste y le pediste perdón a Dios luego de pecar?” Habrá una vasta diferencia entre la persona que se arrepiente y la que no. Si un verdadero cristiano cede ante la tentación y comete adulterio, el se siente muy culpable y buscará el perdón de Dios. Si hace esto, Dios le perdonará.
¿Estuvo su salvación en peligro antes de que pidiera perdón por su pecado? ¿Qué pasaría si no se arrepintiera y cometiera ese acto pecaminoso de nuevo? ¿Cuántas veces debe él o ella cometer adulterio antes de que se convierta en un adúltero “practicante?” Las respuestas a estas preguntas han sido fuertemente debatidas. No es que yo pretenda tener la respuesta perfecta.[3] Pero una persona que anhela saber cuántas veces puede cometer adulterio sin arrepentirse y aun ir al cielo, debería dudar de su salvación. Aquellos que han nacido de nuevo evidentemente desean ser santos—en cuerpo, alma y espíritu. Están luchando de continuo para ser puros completamente, en pensamiento, palabra y obra.
Otros objetan con el deseo de anular las claras advertencias de la Escritura al decir, “Quiero ser libre de la práctica de la inmoralidad, pero no puedo. Amo al Señor, y sinceramente deseo ser libre, pero no lo soy”. Están anhelando que el decir esas palabras sea suficiente y que no tengan necesariamente que dejar de hacer lo que hacen.
De forma indirecta, estas personas están diciendo que el poder del pecado sobre ellas es mayor que el poder de Dios, y que Su salvación provee perdón pero no así transformación. El Nuevo Testamento repetidamente afirma que los creyentes en Cristo han sido liberados del poder del pecado (ver Romanos 6:6-7, 17-18, 22). La Escritura también testifica de la liberación de ciertos pecados graves y de las drásticas diferencias de conducta experimentadas por creyentes verdaderos (ver 1 Co. 6:11; 2 Co. 5:17; Tit. 2:11-14; 1 Jn. 3:7-10).
Más aún, Dios ha prometido que no seríamos tentados más allá de lo que pudiéramos soportar, y siempre proveería una salida (ver 1 Co. 10:13). A la luz de tan clara y abundante verdad, la excusa de algunos que anhelan dejar de pecar y no pueden se oye vacía de significado. Con frecuencia he visto que aquellas personas que desean ser libres de la inmoralidad sexual o de la impureza, actúan positivamente al remover de sus vidas las cosas que causan su caída, por ejemplo, deshacerse de su televisor, cancelar suscripciones a revistas, evitar la visita a ciertos negocios, cortar la relación con algunas personas, o desconectar la Internet. Pablo escribió que “no deberíamos proveer para los deseos de la carne” (ver Ro. 13:14) y Jesús dijo que debíamos cortar con aquello que nos hace pecar. Aquellas personas que rehúsan obedecer el claro mandato de Jesús revelan que Él no es su Señor. No tienen ninguna intención de obedecerle.
El pecado deja de tener poder sobre nosotros cuando nos arrepentimos, pues es en ese momento cuando Dios nos perdona y libera. Pero el arrepentimiento implica alejarse de los caminos del pecado. Es una actitud de nuestro corazón y un acto de nuestra voluntad. Las personas que se arrepienten de verdad demuestran su arrepentimiento con sus acciones (ver Lc. 3:8; Hch. 26:20).
Si usted está segura de ser una persona nacida de nuevo que no puede liberarse de la práctica de la inmoralidad o de cualquier otro pecado, tal vez una simple pregunta le ayude a entender su autoengaño. ¿Pararía de hacer lo que hace si alguien le ofreciera diez millones de dólares? Si usted deja de hacerlo, eso prueba que usted puede; y si usted puede, ¡usted debería! El problema no es tanto que no pueda parar sino que usted simplemente no lo hace. ¿Qué no haría usted por amor al dinero que tampoco haría por amor a Cristo?
Por supuesto, no hay manera de evitar todo tipo de tentación, y ningún cristiano debería pensar que es anormal sólo porque es tentado, lucha contra el pecado, o tiene un impulso sexual saludable. Como se ha dicho correctamente: “No puedes evitar que los pájaros vuelen sobre tu cabeza, pero puedes evitar que hagan nido en tu pelo”. Es cuando cedemos ante lo malo cuando nos debemos preocupar.
Todo cristiano debería luchar por una pureza sexual perfecta, de cuerpo, boca y mente. El adulterio, la fornicación, la homosexualidad, la pornografía en cualquier grado (incluyendo anuncios comerciales y cortas escenas de dormitorio en “buenos” filmes), chistes “sucios”, fantasías inmorales, y leer o escuchar algo sexualmente inmoral con el propósito de entretenimiento son todas conductas malas a los ojos de Dios. Si decimos que continuamente estamos cayendo pero no quitamos la piedra de tropiezo como Cristo lo ordenó, nos estamos engañando a nosotros mismos.
Fuente: David Servant
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