Hay decisiones de toda clase e importancia.
Día tras día debemos decidir qué comeremos, si haremos o no ejercicio y qué haremos con nuestro tiempo. A medida que los años pasan, estas decisiones se transforman en hábitos y las hacemos inconscientemente. Si desde el principio hemos tomado las correctas, no tenemos mucho de qué preocuparnos.
Pero si nuestras decisiones no han sido buenas, aun las más pequeñas pueden llegar a convertirse en problemas serios y malos hábitos como el de postergar o un estilo de vida poco saludable.
Por otro lado, a menudo también nos enfrentamos a decisiones más grandes, cuyas consecuencias a corto y largo plazo son mayores. ¿Qué estudiaremos? ¿Dónde viviremos? ¿Con quién nos casaremos? ¿A qué iglesia asistiremos?
Luego están las decisiones morales: ¿evadiremos impuestos?; ¿aceptaremos la droga que nos ofrecen?; ¿nos dejaremos atraer por la pornografía sutil con la que a veces nos topamos?
Pasos para tomar buenas decisiones
Sea cual sea el tipo de decisión, existen principios bíblicos que pueden ayudarnos a elegir la opción más correcta.
Por ejemplo, cuando un cristiano se da cuenta de que tiene un mal hábito o se enfrenta a una decisión moral, sólo debe seguir el mandamiento de Dios y escoger su camino:
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando al Eterno tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró el Eterno a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar” (Deuteronomio 30:19-20).
Los siguientes pasos pueden ayudarnos tanto a tomar decisiones de este tipo —donde hay una solución clara— como aquellas en donde hay varias opciones correctas.
¿Por dónde comenzar?
1. Buscar la guía de Dios. Como cristianos, nuestra vida gira en torno a nuestro compromiso con Dios, y, por lo tanto, siempre debemos empezar por buscar su voluntad.
En otras palabras: “Fíate del Eterno de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).
¿Dónde encontramos la guía de Dios? En la sabiduría de su palabra (la Biblia) y los sabios consejos de sus siervos.
Todas nuestras decisiones deben apegarse a la ley y el plan de Dios (si desea una explicación más detallada sobre estos temas, le invitamos a leer nuestros folletos gratuitos Los diez mandamientos y Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted).
Debemos orar pidiendo su guía y estudiar todo lo que la Biblia pueda decirnos acerca de la situación que enfrentamos. El libro de los Proverbios, por ejemplo, contiene una gran cantidad de principios que pueden ayudarnos; de hecho, es un libro especialmente diseñado para enseñarnos la prudencia, entendimiento y sabiduría que necesitamos para tomar buenas decisiones (Proverbios 1:1-4). Y como dice Proverbios 1:6, todo comienza por entender que Dios es mucho más grande que nosotros —sentir aquella reverencia que la Biblia describe como “el temor de Dios”.
Pero eso no es todo. A medida que estudiamos la Biblia, también debemos poner en práctica lo que hemos aprendido —lo cual implica descartar todas las opciones que se contrapongan a la ley de Dios.
Cuando sólo una de las alternativas concuerde con su voluntad, la decisión correcta resultará obvia. Sin embargo, la mayoría de nuestras decisiones son un poco más complejas que esto. A veces nos encontramos con varias soluciones “correctas” y ninguna de las opciones entra en conflicto con la ley de Dios. Cuando esto sucede, es tiempo de ir al siguiente paso.
2. Definir el problema u oportunidad. Encontrar una buena solución puede ser muy difícil cuando el problema parece confuso. Una manera de definirlo más claramente es mirar la situación desde varias perspectivas:
¿Cómo y por qué se inició el problema en tal forma y en tal momento? ¿Quiénes son los afectados? Si otras personas son parte de la causa, ¿por qué? ¿Qué sacan de ello?
Si la decisión tiene que ver con una oportunidad, podemos preguntarnos cosas como: ¿cuáles son los beneficios que obtendremos y de qué nos perderíamos si no la tomamos?
3. Recopilar información relevante. Así como buscamos pasajes bíblicos pertinentes, podemos investigar datos importantes acerca de nuestro problema u oportunidad.
Vivimos en la era de la información, y seguramente no nos costará encontrar herramientas de búsqueda que puedan ayudarnos. Investigue en todos los lugares posibles, desde bibliotecas hasta el Internet, busque siempre fuentes fiables que posean el conocimiento relevante, y asegúrese de corroborar y comparar con la Biblia toda la información recopilada.
Como dice Art Markman en su libro Cómo pensar con eficacia: “Es importante saber lo que sabes y lo que no sabes. Y al parecer, también es importante saber quién sabe lo que tú no” (2012, p. 103).
La Biblia también nos dice que “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; Mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14). Diferentes personas tendrán información diferente y verán el problema desde distintos ángulos, lo cual puede ayudarnos a ver la situación con mayor perspectiva.
Cuando ya conocemos los hechos, podemos hacer una lluvia de ideas con posibles soluciones al problema o posibles formas de aprovechar la oportunidad. Markman además explica que “No siempre es fácil reconocer las suposiciones que inconscientemente hacemos al tratar de resolver un problema. Es por esto que involucrar a otras personas en el proceso puede ser de gran ayuda para evaluarlo” (p. 201).
4. Definir las alternativas. Con los hechos en mano, podemos comenzar a lanzar ideas de cómo resolver el problema o aprovechar la oportunidad.
Conectar y analizar la información que hemos recopilado en los pasos anteriores sin duda nos permitirá imaginar varias posibilidades diferentes. Dependiendo de la situación, también podemos plantear algunas soluciones “alocadas”, especialmente si ninguna de las otras opciones parece buena. Buscar ideas creativas y posibles conexiones en campos sin relación aparente nos ayudará a encontrar más opciones.
¿Cuánto tiempo debería tomarnos este paso? Eso depende de cuán apremiante sea la decisión y cuánto nos conozcamos a nosotros mismos.
Algunos probablemente nos sentiremos tentados a apresurar el proceso y cerrar el tema lo antes posible. Pero si no tenemos suficientes opciones como para elegir una buena, esto puede convertirse en un problema.
Otros tal vez tiendan a prolongar este paso demasiado por temor a no encontrar la solución perfecta. Posponer la decisión por demasiado tiempo también puede traernos problemas, especialmente si tenemos una fecha límite.
De cualquier forma, eventualmente tendremos que conformarnos con las opciones que tengamos y avanzar al paso 5.
5. Deliberar. Analice las opciones. Haga una lista de los pros y contras de cada una y vaya descartando las peores ideas y estudiando las mejores con cuidado.
De hecho, éste es uno de los principios que Cristo enseñó a sus discípulos:
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?” (Lucas 14:28). Ya sea que la decisión tenga que ver con nuestro compromiso con Dios a través del bautismo o remodelar nuestra cocina, necesitamos calcular los costos y analizar las opciones.
En Proverbios 22:3, el sabio rey Salomón también destaca la importancia de pensar a futuro y prever los posibles resultados de nuestras decisiones diciendo: “El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben el daño”.
Una vez que hayamos deliberado, calculado los costos y previsto futuros peligros y oportunidades, estaremos listos para el siguiente paso.
6. Decidir. Con toda la investigación y el análisis que habremos hecho, esto no debería ser muy complicado . Otra oración en busca de guía y unos cuantos consejos más pueden darnos la confianza necesaria para tomar una decisión sabia.
7. Llevar a cabo. Manos a la obra. No pierda el tiempo e implemente su decisión con determinación. Si ha seguido los pasos cuidadosamente y pone en práctica la decisión con diligencia, los resultados sin duda le agradarán.
Además, si busca la voluntad de Dios y sigue su camino, Él promete: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5-6). Si nuestra decisión ha sido obedecer la ley de Dios y seguir su camino, nunca tendremos la necesidad de mirar hacia atrás.
Por otro lado, si se trata de una decisión física sin una respuesta correcta o incorrecta, podemos cambiar de parecer y de rumbo cuando sea necesario —hacerlo también puede ser una buena decisión.
Si desea saber más acerca de cómo obtener la sabiduría necesaria para tomar buenas decisiones, consulte nuestro artículo sobre el libro de los Proverbios.
Fuente: Vida y Esperanza
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