Recientemente, terminé de impartir un curso de catequista sobre moralidad. Pero la verdad es que yo también.
Bob Dylan tiene una línea famosa: el que no está ocupado naciendo está ocupado muriendo.
Creo que una cosa que aprendí sobre la enseñanza de la moralidad (o cualquier materia) es que primero tienes que aprender.
Tienes que amar el aprendizaje y debes amar lo que estás aprendiendo para amar enseñarlo.
Para mí, aprender es nacer. Y la enseñanza implica profundizar continuamente en lo que aprende.
Aprendí que hay mucho en nuestra comprensión de la moralidad. Los temas candentes de nuestro día son siempre alimento para la conversación y el diálogo.
Estas cuestiones son materia de complejos debates teológicos. Incluso el hecho de que tengamos debates es a veces un tema candente. Pero la moral es mucho más que eso.
Vivir una vida moral no es menos que comprender quién eres como estás ante Dios y quién estás destinado a ser.
Es ese viaje a la totalidad. Y en el proceso, es saber cuánto somos amados por Dios, cuán únicos y especiales es cada uno de nosotros como alguien creado por Dios.
Vivir una vida moral cristiana no es menos que vivir nuestro viaje bautismal de toda la vida.
Y el crecimiento de vivir la integración de nuestras vidas espirituales y religiosas, en otras palabras, el viaje bautismal, proviene del llamado a la santidad (integridad).
Dios llama a todos a crecer y desarrollar todo su potencial.
En ese viaje hacia la santidad y en el discernimiento de nuestros dones es donde se encuentran el llamado y la vocación. Puede pensar que la única comprensión de tomar una decisión vocacional es convertirse en sacerdote, hermano o hermana.
¡No tan! La vocación es, ante todo, acerca de quién llama y quién responde y quién responde.
La teología moral quiere mantener la perspectiva única de la persona humana y decir que vivir y seguir nuestros llamamientos cristianos únicos es una responsabilidad moral de primer orden.
Dios debe estar involucrado en nuestras vidas, en las muchas opciones de nuestra vida diaria, grandes y pequeñas.
Decir que las elecciones individuales son solo elecciones y que no tienen nada que ver con ser cristianos es negar el llamado al discipulado, a la conversión, a nuestros llamamientos esenciales en términos de profesiones, estilos de vida y cónyuges. Y hacer esto es negar vivir la vida moral cristiana.
Vivir la vida moral cristiana es nada menos que seguir tu vocación.
No es de extrañar que responder un llamado de Dios sea un asunto aterrador.
Marla Gipson C.PP.S es una Hermana de la Preciosa Sangre. Actualmente vive en Minster, Ohio, con una comunidad local de Hermanas donde ministra a tiempo parcial como Asociada Pastoral en la Iglesia de San Agustín.
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