Amar a Dios sobre todas las cosas

Muchos de nosotros quizás hemos escuchado, e incluso algunos se saben de memoria, el primer mandamiento que Dios nos ha dado: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento” (Mc. 12:30 Reina Valera Revisada 1960). ¿Cómo podemos realmente amar a Dios de esta forma? Enfaticemos en cada una de ellas para amarlo verdaderamente como Él nos ordena.

Primera forma de amar a Dios: Con todo el corazón

La Biblia nos muestra la naturaleza de nuestro corazón: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; quién lo conocerá” (Jer. 17:9). Ahora bien, la verdad es que no podemos amar a nadie con un corazón engañoso y perverso, mucho menos a Dios.

“PARA OBTENER UN CORAZÓN HUMILDE ES NECESARIO ANHELAR Y BUSCAR SU PRESENCIA“

Seguramente ya te diste cuenta que los deseos de tu corazón no son agradables a Dios. Son deseos pecaminosos que intentarán desviarte de los caminos del Señor. Es por eso que debemos tener muchísimo cuidado con ellos. Es necesario evaluarnos a nosotros mismos, identificar el tipo de deseos que hay dentro de nuestro corazón y despojarnos de aquellos que nos están impidiendo amar a Dios. Para obtener un corazón humilde es necesario anhelar y buscar Su presencia.

Debemos de identificar las intenciones de nuestro corazón para someterlo y rendirlo al señorío de Cristo. De esta manera lograremos amar a Dios como Él nos ordena.

Cuidando nuestro corazón

Los siguientes pasajes nos enseñan que nuestras palabras, actitudes y comportamientos provienen de la abundancia de nuestro corazón:

– “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc. 6:45)

– “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mc. 7:21.23). Definitivamente lo malo sale de adentro de nuestro corazón y es reflejado en nuestros actos. Para amar a Dios es necesario despojarnos de todas estas maldades y hacer abundar los pensamientos, deseos y la actitud de Dios en nosotros. Esto lo hacemos exponiéndonos a Su Palabra y meditando en ella todos los días.

– Proverbios 4:23 dice: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. Así que nuestro corazón es una fuente de vida, pero alejado de Dios se convierte en una fuente de maldad, pecado y muerte, por ellos se nos dificulta amarlo. ¿Estás dispuesto a rendir tu corazón delante de Dios por amor a Él?

Segunda forma de amar a Dios: Con toda el alma

El alma es el centro de los sentimientos y emociones; definen nuestra persona, es decir, lo que somos. Nuestro Señor nos ordena amarlo con todo ello sin limitarnos.

“VIVIR ATRAPADOS EN ESTOS MOMENTOS NOS IMPIDEN AMAR A DIOS CON TODA EL ALMA.”

Seguramente en algún momento de tu vida pasaste momentos difíciles que marcaron la forma en que ves las cosas actualmente. Quizás perdiste un ser querido, no obtuviste el trabajo que querías, tuviste algún accidente, etc. Estos momentos afectan nuestra alma, es decir nuestros sentimientos. Vivir atrapados en estos momentos nos impiden amar a Dios con toda el alma.

Es por eso que debemos de correr cada día para llenarnos de Él, y ser santos en todos los aspectos, esto incluye nuestra alma: “Ahora, que el Dios de paz los haga santos en todos los aspectos, y que todo su espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin culpa hasta que nuestro Señor Jesucristo vuelva” (1 Tes. 5:23-24).

Controlando nuestras emociones

Al igual que el corazón, nuestra alma se refleja en el exterior, por eso el Apóstol Pablo nos dice: “Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos. No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras, no vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, no se metan en peleas, ni tengan envidia. Más bien, vístanse con la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permita pensar en formas de complacer los malos deseos” (Rom. 13:13-14).

Entremos al armario de Dios. Vistámonos de las ropas blancas y finas que Él nos ha dado por medio de Jesucristo. Evitemos proveernos a nosotros mismos, porque honestamente no somos nadie para proveer santidad, amor o mansedumbre. Dios es el único proveedor de estos dones, así que, no nos dejemos dominar por nuestros sentimientos. Leer Su Palabra y meditar en ella debe ser nuestra máxima prioridad para poder llenarnos de Él. De esa forma controlaremos los deseos e intenciones de nuestros sentimientos y emociones. ¿Estás dispuesto a rendir tus emociones a la voluntad a Dios por amor a Él?

Tercera forma de amar a Dios: Con toda nuestra mente

La mente es nuestro entendimiento. También significa la “potencia que mueve tu alma“, es decir, la fuerza que te impulsa a hacer algo. Sabemos que Dios nos ha dado la capacidad de pensar, razonar  y discernir cada situación que tomamos en nuestra vida cotidiana. Los animales, por ejemplo, no tienen esta capacidad. Somos los únicos seres que “entendemos” porque poseemos los atributos de Dios. Él nos hizo semejantes a sí mismo.

“No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti” (Sal. 32:19).

“NOSOTROS TENEMOS LA CAPACIDAD DE ELEGIR VARIAS OPCIONES EN UNA SITUACIÓN Y DECIDIR HACERLAS O NO“

¿Puedes imaginar un caballo sujetado con cabestro para ser controlado por su amo? A diferencia del ser humano, ellos no tienen la capacidad de hacer las cosas por sí mismos; tienen que ser controlados por alguien para hacer los que se les ordena. Nosotros tenemos la capacidad de elegir varias opciones en una situación y decidir hacerlas o no.

Es por eso que debemos entender las cosas como Dios las está entendiendo. Que el “motor de nuestra alma” sea el querer agradar a Dios y amarlo con toda nuestra capacidad de razonar. Los animales a la verdad no tienen entendimiento, pero nosotros sí lo tenemos y comprendemos la Palabra que se nos fue dada para conocer el carácter de Dios, sus gustos y disgustos.

Buscando verdadero entendimiento

  • “Llega mi clamor delante de ti, oh Jehová; Dame  entendimiento conforme a tu palabra” (Sal. 119:169).  Para amar a Dios con nuestro entendimiento, es necesario conectarse y estar en comunión con Su Palabra todos los días. De esa forma podremos amarlo en todo.
  • “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2). Su Palabra hace renovar nuestro viejo entendimiento a un entendimiento recto y puro.
  • “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su olor permanece para siempre” (Sal. 110:11).

“LA INTERPRETACIÓN DE LA PALABRA NO ES PRIVADA, SINO PARA TODOS NOSOTROS“

Conectarse con la Palabra de Dios es bueno, pero llevarla a la práctica es mucho mejor; hoy en día tú y yo necesitamos ser cristianos hacedores de la Palabra. “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Hijo de Dios, y la vida eterna” (1 Jn. 5:20). Sabemos que el entendimiento proviene al conectarse con la Palabra y practicarla. Pero también Cristo nos habilita para tener este entendimiento. La interpretación de la Palabra no es privada, sino para todos nosotros. Así que amemos a Dios con todo nuestro entendimiento.

Cuarta forma de amar a Dios: Con todas nuestras fuerzas

Necesitamos fuerzas para amar a Dios, se necesita una determinación constante. La palabra “fuerza” significa vigor, robustez, capacidad de mover algo que tenga peso o que hace resistir. Debemos combatir constantemente y con vigor nuestras pasiones y deseos que nos hacen desviar o tropezar, despojándonos del viejo hombre “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos” (Ef. 4:22).

Tenemos que esforzarnos como cuando practicamos algún deporte y soportamos toda clase de dolores para llegar a la meta. O como cuando nos levantamos de madrugada en tiempo de invierno, esto cuesta pero hay que hacerlo.

“ESTA FUERZA NO SOLO DEBE DE SALIR LOS FINES O INICIOS DE SEMANA, SINO TODOS LOS DÍAS“

Para amar al Señor, tenemos que poner esfuerzos físicos y ser valientes, como Josué que tuvo que esforzarse para entrar a la tierra prometida. “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca es libro de la ley, sino que de día y de noche meditaras en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:7-8). Esta fuerza no solo debe de salir los fines o inicios de semana, sino todos los días. Debemos estar constantemente meditando en Su Palabra y meditando las promesas. ¿En qué estás meditando actualmente?

Amando primeramente a Jesús

“Y Jesús les dijo, Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron” (Mt. 4:19-2). ¿Qué necesitas dejar para amar a Dios como Él quiere? No dejemos a nuestro primer amor, que es Jesucristo.

Fuente: Jóvenes de Brisas

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