Cuando hablamos del comportamiento «cristiano», nos referimos al comportamiento de aquellos que han aceptado, por fe, a Jesucristo como su Salvador y, por lo tanto, tienen Su Espíritu Santo (Romanos 8:9), lo cual les permite servir a Dios. Los ejemplos de comportamiento cristiano están entrelazados en toda la Escritura. De hecho, nuestro Salvador mismo habló extensamente sobre la forma en que debemos comportarnos con los demás, con los amigos y con los enemigos. No obstante, más que eso, la vida que Él vivió, marcada por Su amor y compasión por los perdidos, proporciona el mejor ejemplo de cómo debe ser el comportamiento cristiano.
Los cristianos son «hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras» (Efesios 2:10). Y estas últimas tres palabras «para buenas obras» personifican el comportamiento que glorifica a Dios y hace que Cristo sea real para los demás. Es cierto que hay obstáculos en nuestra vida diaria que pueden entorpecer nuestra mente y dificultar nuestro progreso espiritual, pero sólo si se lo permitimos. Sin embargo, los cristianos están llamados a vivir vidas «santas y agradables a Dios» (Romanos 12:1), y un comportamiento cristiano ejemplar que nos permita comprometernos plenamente a servir al Señor es posible cuando somos fortalecidos por el Espíritu Santo, que nos capacita para hacer la voluntad del Padre (Romanos 8:9). De hecho, «los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él» (2 Crónicas 16:9).
Los cristianos somos un pueblo elegido, que pertenece a Dios para que podamos proclamar Sus alabanzas (1 Pedro 2:9). Para «proclamar sus alabanzas», por tanto, es esencial que dediquemos tiempo a Su Palabra, no sólo para aprender a comportarnos como cristianos, sino también para luchar contra las artimañas de Satanás. Como indicó el apóstol Pablo, sin este conocimiento bíblico no sólo estamos sujetos a comprar cualquier nueva enseñanza que se presente, sino que también podemos ser presa de «estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error» (Efesios 4:14). Sin embargo, el conocimiento por sí solo no es suficiente; estamos llamados a hacer algo más que simplemente saber y creer. Los cristianos deben ser «hacedores de la Palabra» (Santiago 1:22). Como nos dice el apóstol Santiago, nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que somos espirituales sólo por oír la Palabra. Oír no es lo mismo que hacer. «La fe por sí misma, si no va acompañada de acciones, está muerta» (Santiago 2:17, 26). La fe debe demostrarse con acciones.
Las «acciones» que glorifican a nuestro Padre en el cielo son las que dan mucho fruto (Juan 15:8). De hecho, así es como demostramos que somos Sus discípulos. En realidad, el fruto del Espíritu – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23) – debería ser el distintivo del comportamiento cristiano, especialmente el amor. Sin embargo, a veces tendemos a despreciar a los no creyentes o a aquellos cuyo estilo de vida no está en sintonía con nuestra fe cristiana, y aquí es donde la vida cristiana puede ser un reto. Es fácil mostrar amor a los que viven como nosotros. No siempre es tan fácil ser amable con quienes ridiculizan nuestras creencias, que desprecian a nuestro Salvador o que se burlan de las instituciones que los cristianos consideran sagradas. Sin embargo, Cristo nos enseñó a amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen. Recordemos cómo trató a la mujer sorprendida en adulterio. Sus captores querían matarla; nuestro Salvador mostró compasión, a pesar de que era Él quien tendría que morir por su (y nuestro) comportamiento pecaminoso (Juan 8:11). Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores (1 Timoteo 1:15), no para condenarlos (Juan 3:17), y si Cristo no vino a condenar a los pecadores, los cristianos tampoco deberían hacerlo.
El comportamiento cristiano incluye atender el llamado de Jesús para que seamos Sus testigos hasta «los confines de la tierra» (Hechos 1:8). Debemos compartir el evangelio, que Pablo definió como la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo (1 Corintios 15:1-4). La validez de nuestro testimonio está en cómo vivimos nuestras vidas. En la segunda mitad de Efesios (capítulos 4-6), Pablo habla del comportamiento cristiano que se puede resumir mejor en estas pocas palabras: «Sed, pues, imitadores de Dios…Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros» (Efesios 5:1-2).
Pablo instó a los romanos a «ofrecer vuestros cuerpos como sacrificios vivos» (Romanos 12:2). Esta es, en definitiva, la esencia del verdadero comportamiento cristiano: rendir nuestros corazones y entregar nuestros cuerpos a Cristo para que Él pueda continuar la obra de Dios a través de nosotros. Debemos ser faros de luz en un mundo oscuro, utilizando nuestros dones espirituales para hacer que Su reino avance. Es vivir aquí en la tierra como lo hizo Jesús cuando estuvo aquí. También significa vivir para complacer a una persona: Dios. Hacemos esto cuando permanecemos en Su Palabra y luego la vivimos cuando somos capacitados por Su Espíritu, tal como lo hizo nuestro Salvador hasta que dio su último aliento. Mientras agonizaba en la cruz, Cristo miró a sus verdugos y pidió a su Padre que los perdonara (Lucas 23:34). Jesús estaba haciendo algo más que cumplir la profecía e interceder por los transgresores (Isaías 53:12), estaba practicando lo que predicaba (Lucas 6:27-28).
Fuente: Got Questions