Tomar tu cruz cada día: Una condición para ser un discípulo
«Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.« Lucas 9:23
¿A qué se refería Jesús cuando dijo que debías tomar tu cruz cada día?
«Tomar tu cruz» es algo que debe ocurrir en los pensamientos. Cuando durante el día vienen a tu mente pensamientos que no son agradables a Dios, los «llevas a la muerte» en una «cruz» en el interior.
Por ejemplo: un pensamiento de juzgar a tu amigo se te pasa por la cabeza, o quizá un pensamiento de queja e insatisfacción por lo que tienes que hacer hoy. Cuando estos pensamientos surgen en tu mente, debes negarlos. Tu mente debe estar alerta y en guardia en la puerta de tu corazón, tú eres el que decide que entra por esa puerta. Cuando llega de repente un pensamiento pecaminoso a tu mente, es solamente una tentación – una «propuesta» de Satanás. ¡Pero tu puedes decidir negar ese pensamiento y no dejarlo entrar a tú corazón! En palabras más prácticas, esto significa que, justo en en el momento en el que te das cuenta que este pensamiento está en tu mente, debes negarlo – no retenerlo. Este pensamiento recibe un firme «no», y no le permites pasar por tu mente ni llegar a tu corazón. Tomar tu cruz cada día es negar estos pensamientos pecaminosos.
Padecer en la carne – ¡terminar con el pecado!
Cuesta y duele ir en contra de lo que naturalmente te atrae – negar los pensamientos que naturalmente tiendes a pensar; al igual que una cruz física causa sufrimiento en el cuerpo. Esta cruz metafórica también causa sufrimiento – para tu carne, esa parte de ti que se siente atraída por el pecado, y que se niega a no ser satisfecha. Pero tienes una buena razón para negar estos pensamientos y padecer, y la razón está escrita en 1 Pedro 4:1:
«Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.»
¡Qué esta sea tu motivación! Este versículo promete que cuando sufres en la carne, es decir, cuando tomas tu cruz cada día y niegas los pensamientos pecaminosos que vienen a ti durante el día, en realidad ¡terminarás con el pecado! Esta no es una promesa que se cumplirá en algún desconocido en el futuro – ves desarrollo conforme avanzas. Tal vez tengas una tendencia particular a ser duro y frío con tus compañeros. Si dices «no» a la tentación cuando vengan estos pensamientos negativos, te darás cuenta que a medida que pasa el tiempo estos pensamientos ya no vienen tan a menudo. Se vuelve más fácil para ti ser bueno, amable y carismático con la gente que te rodea. Este es el cumplimiento de la promesa – ¡te estás liberando del pecado en esa área!
Siguiendo a Jesús: ¿Qué hizo Jesús?
De esto se trata todo el verdadero discipulado. Es una vida que vives diariamente siguiendo a Jesús, tu precursor. ¿Qué hizo Jesús en su vida diaria? Él tenía una decisión firme cuando era tentado: «No se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22:42. Él tomó su cruz y se negó a sí mismo. Jesús nunca cedió al pecado – ni en palabra, pensamiento u obra. También está escrito que «Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.» Hebreos 5:7. ¡Esto es lo que necesitas para fielmente tomar tu cruz todos los días! Tienes que clamar a Dios por fuerza para mantenerte firme – por fuerza para decir «no» y seguir diciendo «no» en el momento de tentación. Debes humillarte y tener el mismo sentir y pensar que Jesús tenía: «No se haga mi voluntad, sino la tuya.»
El tomar tu cruz cada día te lleva a una transformación. No siempre serás la misma persona que eres hoy. Conforme te vas limpiando del pecado en tu naturaleza, los frutos del Espíritu se van manifestando. En lugar de ser rápido para juzgar, criticar, amargarte y abatirte, puedes irradiar amor, benignidad y bondad (Gálatas 5:22-23). ¿Acaso no es eso esperanzador?
«No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.» Filipenses 3:12.
Fuente. Cristianismo Activo