Cimentar nuestra vida en Dios

El dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. (2 Corintios 4:4)

Probémonos a nosotros mismos. ¿Cómo pensamos? ¿Empezamos por Dios y su ley y sus objetivos? ¿O empezamos por nosotros mismos y nuestros derechos y nuestros deseos?

Cuando miramos hacia la muerte de Cristo, ¿qué sucede? ¿Será que nuestro gozo en realidad proviene de convertir esta asombrosa obra divina en un incentivo para nuestra autoestima? ¿O será que la cruz nos lleva a mirar afuera de uno mismo y nos llena de asombro y reverencia y alabanza, porque en la muerte de Cristo se halla la declaración más clara y profunda de la infinita estima que Dios tiene por su gloria y por su Hijo?

Aquí encontramos un fundamento, importante y objetivo, para asegurar plenamente nuestra esperanza: el perdón de los pecados se basa, en última instancia, no en mi valor o en mi trabajo finito, sino en el valor infinito de la justicia de Dios —en el férreo compromiso de Dios con la preservación y la vindicación de la gloria de su nombre—.

Les ruego de todo corazón que asienten su posición en esta garantía. Basemos nuestra vida en ella. Cimentemos nuestra esperanza en ella. Así seremos libres del vano modo de pensar del mundo, y nunca caeremos.

Cuando la exaltación de Dios de sí mismo en Cristo se vuelve nuestro gozo, esto no puede fallar.

Fuente: Desiring God

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