Humillarse delante de Dios

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. (2ª Crónicas, 7:14)

Creo que todos y cada uno de los que lean este artículo, habrá oído en mas de una ocasión el llamamiento para participar en un gran evento evangelístico o la convocatoria para orar por el avivamiento de una ciudad o de un determinado país.

Se organizan desfiles, se preparan multitud de carteles y banderas con diversos “eslóganes bíblicos”, invitando a salmistas y predicadores famosos, a poder ser mundialmente conocidos, para tener asegurado el éxito de la convocatoria.

Preparando el evento con mucha dedicación y mucha oración por parte de los organizadores y demás colaboradores. Cosa que está muy bien, porque se muestra y anuncia al mundo que Jesús puede cambiar todas las cosas. Y se llega a dar a conocer el movimiento evangélico, tan desconocido para mucha gente y tan denigrado por otros.

Pero hay algo que creo que se nos escapa cuando preparamos cualquier tipo de eventos, para que el Señor toque vidas o cambie la atmósfera espiritual de una nación y derrame su bendición: no llegamos a humillarnos delante de Dios, que parece ser es el primer requisito para que el Señor oiga nuestras oraciones.

Humillarse es rebajarse voluntariamente delante de alguien, en este caso delante de Dios.

El Señor ya dejó establecido lo que podríamos llamar “un protocolo” para dirigirnos a Él en caso de necesidad, porque le gusta que se hagan las cosas a su manera, a fin de que todo salga perfectamente bien, es decir conforme a su justicia.  (Éxodo, 40:16;  Deut. 5:32)

En este caso en concreto el “protocolo” a seguir es el siguiente:

Humillarse delante de Dios.

Orar.

Buscar el rostro de Dios.

Arrepentimiento.

Y este el resultado:

Dios oye las oraciones.

Perdona los pecados de su pueblo.

Sana la tierra, es decir concede las peticiones hechas por su pueblo.

Aunque generalmente se actúa de manera diferente, saltándose el protocolo de Dios; primero se planifica o se organiza un evento para que el Señor nos conceda nuestras peticiones y después se ora, o se ora y después se planifica u organiza el evento. Obviando o no teniendo en cuenta la planificación de Dios, según se nos da a conocer por medio del versículo que encabeza este artículo y otros mas, que no vamos a enumerar en esta ocasión.

Porque humillarse delante de Dios es rebajarse ante Él, al reconocer todas nuestras imperfecciones, (que son muchas) y que no vale nada lo que organicemos o pretendamos hacer, por muy bueno que nos parezca, sino no ha salido del Trono de Gracia; y esto nos cuesta.(Daniel, 10:12)

Orar resulta un poco más fácil, porque siempre hay personas de buena voluntad muy bien dispuestas para ello. (Salmo, 88:13)

Buscar el rostro de Dios, resulta tal vez un poco más dificultoso, ya que se debe tener mucha paciencia, virtud de la que muchos de nosotros carecemos, al no tener tiempo para esperar en el Señor hasta que Él se nos revele y nos hable exponiéndonos su voluntad. (Salmos, 24:3-6;  27:7-8)

Y finalmente, el arrepentimiento, actitud esta que llega cuando una vez que nos hemos humillado y orado con total convicción y fe, buscamos el rostro de Dios esperando pacientemente en Él, y al hacernos ver el Señor con todo Su amor nuestra falta de santidad y obediencia a su Palabra, quebrantados por ello y reconociendo nuestros errores y fallos, tristes y abatidos, nos disponemos a enmendar todos nuestros caminos. (2ª Cor.7:  9-10)

Una vez que en fe y confiando en Su Palabra, se hayan dado estos cuatro pasos, cumpliendo así con el “protocolo de Dios”, debe producirse necesariamente el resultado; porque al no ser nuestro Dios hombre para que mienta, como asegura la Sagrada Escritura, (Números, 23:19) oirá nuestras oraciones, a la vez que perdonará nuestros pecados, (cosa que ignorábamos que necesitábamos) para que a continuación obre y conceda nuestras peticiones, es decir sane nuestra tierra, bendiciendo y mostrando su Gloria. (Deut. 30: 8-10)

Quiero entender, que lo que pretende el Señor es que comprendamos que debemos permanecer en Él, para recibir de Él. Siendo necesario en primer lugar, restablecer nuestra relación con nuestro Señor en caso de que esta se hubiera deteriorado.

Tal y como dejó dicho el Señor Jesucristo:

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. (Juan, 15:7)

 

Fuente: Centro Cristiano de la Vila

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