Puede haber mucha confusión en torno al concepto de humildad. A menudo, la humildad se asocia con el silencio, la sumisión y pensamientos de insuficiencia. ¿Pero que dice realmente la Biblia al respecto?
Aquí hay cuatro puntos bíblicos que todo cristiano debe saber acerca de la humildad.
1. La humildad significa subordinarse, pero no arrastrarse
La humildad y el subordinarse van de la mano. La palabra de Dios dice que nosotros como cristianos debemos subordinarnos bajo los unos a los otros en humildad. “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.” 1. Pedro 5:5-6.
Con subordinarnos y “revestirnos de humildad” podemos crear paz y unión con los otros. No debemos ser tan orgullosos y altos de que no podemos recibir amonestación o consejo. Tampoco hay que tener la mentalidad de que nuestras propias opiniones y pensamientos son siempre mejores que los de los demás. Pensar así no nos lleva al progreso o a la unidad en Cristo.
Ser sumisos y humildes no significa, de ninguna manera que debemos ceder ante otras personas. Pablo fue muy claro cuando dijo que debemos servir a Dios y sólo a Dios. “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1 Corintios 7:23. Él escribe también: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Gálatas1:10.
Si bien es importante subordinarnos, para así aceptar la amonestación y seguir humilde en nuestros propios ojos, como cristianos debemos buscar agradar a Dios con nuestras vidas. Debemos temerle y guardar Su palabra. Este debe ser nuestro enfoque: humillarnos bajo la voluntad de Dios, vivir y mantenernos ocupados en guardar sus mandamientos, y no tratar de satisfacer las exigencias y expectativas humanas.
2. La humildad no significa que somos gente silenciosa o pasiva
“Vuestro atavío no sea el externo… sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” 1 Pedro 3:3-4. Dios quiere que los cristianos tengan un espíritu afable y apacible. Es de suma importancia que seamos humildes y tranquilos en nuestro hombre interior, de modo que podamos escuchar el Espíritu de Dios que habla a nuestro corazón a través del día.
Tener un espíritu afable y apacible no significa que debemos ser personas pasivas. Dios también requiere la acción y el celo en nuestras vidas. Jesús nos enseña que el reino de los cielos se toma con fuerza (Mateos 11:12). Todos, quienes desean una vida más profunda en Cristo, se dan cuenta de que tienen que ser celosos, y humildes en su hombre interior. ¡El pecado no puede recibir permiso para reinar en el corazón de un discípulo! Si somos humildes en nuestro hombre interior, con el deseo de hacer la voluntad de Dios, vamos a hacer todo lo posible para guardar nuestra mente y corazón limpio. Pablo escribe: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.” Romanos 12:11.
De la misma forma, mientras que nosotros siempre debemos tener un espíritu quieto y humilde ante el Señor, hay algunas situaciones en las que Dios desea que hablemos con franqueza. Aquí tenemos que, como siempre dejar nuestro propio honor, reputación y las expectativas naturales, y obedecer al Señor con toda reverencia. No debemos cuestionar por nuestra propia autoridad o posibilidad de decir o hacer algo que Dios quiera realizar a través de nosotros. En lugar de ello, debemos dejar que Dios nos use exactamente como él quiere, en cualquier situación.
3. La humildad significa que usamos nuestros talentos y habilidades
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos 12:3. Tener una mentalidad humilde es pensar con prudencia de uno mismo. Esto significa que no nos jactamos de nuestras habilidades y capacidades. También reconocemos que nuestra competencia proviene de Dios en todas las cosas. (2 Corintios 3:5)
Esto no quiere decir que debemos ignorar los dones y el llamamiento celestial que Dios nos ha dado. ¡Dios desea hacer una obra enorme de transformación en nosotros a través de nuestra vida! Él nos ha dotado con nuestros propios talentos y dones, y nos compró con la preciosa sangre de su Hijo Jesucristo. (1 Pedro 1:18-20)
Dios lo que quiere, es que nos pueda usar para su gloria y para su propósito, y cada uno de nosotros debe estar consciente de esto. La humildad es usar nuestros talentos y habilidades bajo la dirección y la guía de Dios, y con esto, darle a Él la gloria por lo que se ha logrado en y a través de nuestra vida.
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” 1 Pedro 4:10-11.
4. La humildad es la clave para el progreso
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros… Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Santiago 4:6-8,10. Dios trabaja de acuerdo a leyes. Es una ley natural que si nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, y sometemos nuestra propia voluntad y honor, entonces él nos dará la gracia que necesitamos para vivir una vida cristiana en verdad y nos exaltará a su debido tiempo.
Ser humilde es tener la misma forma de pensar de Jesucristo. El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa ha que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:6-8.
Jesús es el máximo ejemplo en humildad. Él no valoró su propia reputación o su honor, sino que se ofreció voluntariamente en cada situación, así que la voluntad de Dios se cumpliera y que Dios pudiera ser glorificado a través de su vida.
Si tenemos la misma mentalidad humilde, y abandonamos nuestra propia reputación y honor para ser obediente a la palabra y a la voluntad de Dios, ¡entonces vamos a ser capaces de hacer un progreso increíble en nuestra vida cristiana! Dios realmente nos sigue de cerca en nuestros corazones y está dispuesto y celoso para fortalecer a aquellos que quieren vivir para su gloria. “Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” Isaías 66:1-2.
Dios desea que estemos entre tales personas, quienes tienen una mentalidad humilde y un deseo y necesidad de hacer su voluntad, y que están temerosos ante su palabra. No debemos ser ricos y satisfechos en nosotros mismos. Esto es orgullo y evita que Dios haga una obra de transformación en nuestras vidas. No, vamos ser humildes y pequeños de corazón. Entonces Dios nos ve y nos da la gracia que necesitamos para lograr un progreso real en nuestra vida cristiana.
Fuente: Cristianismo Activo
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