Los límites de «poner la otra mejilla»

En ocasiones he escuchado a cristianos bien intencionados aconsejar a aquellos que atraviesan circunstancias difíciles diciéndoles: “Esta es la cruz que debes llevar”, o “Jesús nos dijo que sufriríamos”, o “tienes que negarte a ti mismo”. Algunos citan la enseñanza de Jesús en Mateo 5:39 como una respuesta adecuada a las personas en nuestras vidas que nos han lastimado. A veces estas personas bien intencionadas nos dicen que permanezcamos en relaciones no saludables porque, ¿no es eso lo que haría Cristo? Él fue crucificado, ¿y no se supone que debemos seguir sus pasos?

Pero, ¿dar la otra mejilla y negarnos a nosotros mismos significa realmente que debemos soportar relaciones y circunstancias poco saludables, sin importar lo que pase? ¿Deberíamos quedarnos en las relaciones que sentimos que nos están dañando porque tenemos que “negarnos a nosotros mismos”?

Aquí hay cuatro observaciones que pueden ayudar al considerar esas preguntas.

1. Hay una diferencia entre sacrificar tu vida y que alguien te la quite

La Escritura nos instruye a “dar nuestras vidas” por amor a Cristo, y a tomar nuestra cruz (1 Jn 3:16Mt. 16:24). Pero observa que el agente activo en esa frase es uno mismo. Hay una diferencia entre dar tu vida voluntariamente, a que alguien te la quite. Jesús dijo que dio su vida para “tomarla de nuevo”. Continuó: “Nadie Me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad” (Jn. 10:18).

Hubo muchas ocasiones en las que Jesús pudo haber permitido que su vida fuera tomada, pero Él se escapó porque “todavía no había llegado Su hora” (Jn. 7:304410:39). No necesitamos compadecernos de Jesús por su muerte, Él estaba cumpliendo su misión, en sus términos. Y no debemos sentir lástima, esa que viene de un complejo de martirio falso, cuando permitimos que personas peligrosas o no saludables dirijan nuestras vidas. Debemos estar seguros de que, al igual que Jesús, estamos sacrificando nuestras vidas por nuestra propia voluntad, y no que individuos que succionan la vida la estén tomando.

2. Debemos tomar nuestra cruz, pero no todas las cruces

Cuando Jesús nos enseña a tomar nuestra cruz diariamente, Él usa un término de posesión: toma tu cruz cada día y sígueme (Lc. 9:23). ¿Qué es la cruz? Es probable que sea diferente para cada uno, pero sabrás cuando es tuya. No podemos llevar cada cruz y carga que vemos. Como Pablo le dice a los Gálatas: “Porque cada uno llevará su propia carga” (Gal. 6:5). Pero espera, ¿no dice también Pablo en el mismo pasaje: “lleven los unos las cargas de los otros” (Gal. 6:2)? ¿Entonces? ¿Deberíamos cargar con nuestras propias cargas o las de los demás? Sí. ¡Ambas!

Somos llamados a discernir y evaluar sabiamente si las cargas son nuestras para que las llevemos. ¿Podemos manejarlas? ¿Nos pertenece esta batalla? ¿Me estoy involucrando para mostrar amor, o para demostrar un punto? ¿Me estoy involucrando para servir a otros, o para servirme a mí mismo?

Somos llamados a discernir y evaluar sabiamente si las cargas son nuestras para que las llevemos.

3. Jesús estableció fronteras y límites en su ministerio

Hubo mucha gente a la que Jesús decepcionó. Hubo muchos en la parte de atrás de las multitudes que nunca se acercaron lo suficiente como para tocar el borde de su manto. Una interacción se destaca: un joven le pide a Jesús que resuelva una disputa legal entre él y su hermano. Jesús responde: “Hombre, ¿quién me hizo juez o árbitro sobre ti?” (Lc. 12:14) Es una buena pregunta. Jesús entendía cuando le pedían que hiciera cosas fuera del enfoque de su ministerio. Conocía su llamado, conocía su ministerio, y protegía estas cosas sin dejar de ser notablemente compasivo.

4. Eres solo una parte del cuerpo

En ciertos tipos de iglesias, dos o tres personas llevan todas las cargas. Es común que un pastor oficie la mayoría de las bodas, los funerales, y haga las visitas al hospital. Pero no veo ninguna evidencia en el Nuevo Testamento para apoyar este tipo de estructura organizacional. Pablo habla del “cuerpo de Cristo”, del cual todos nosotros somos “miembros” diferentes. Cuando alguien lleva una mochila o levanta algo, el peso se distribuye a muchos lugares diferentes en el cuerpo. Es verdad, un área llevará más carga (¿puedes oír a tu padre decir: “¡Levanta con las piernas, hijo!”?), pero todo el cuerpo siente la presión. Del mismo modo, debes confiar tus cargas al cuerpo que es tu iglesia. Tú no eres es el único que puede visitar un hospital, ofrecer un consejo a una pareja, u orar por el que está adolorido.

Debes confiar tus cargas al cuerpo de tu iglesia. Tú no eres es el único que puede visitar un hospital, ofrecer un consejo a una pareja, u orar por el que está adolorido.

De nuevo, Jesús estableció límites en su ministerio. Olvidamos todas las personas que pasó de lado, todos los enfermos que no se sanaron simplemente porque no pudo llegar a ellos. Olvidamos cómo evadió a las multitudes y escapó de las masas. Olvidamos que mientras le arrojaban muchas piedras, las esquivó todas para poder tomar su cruz.

De Jesús no se aprovecharon, y nadie tomó su vida. Si vas a imitarlo y a volverte como Él, nadie debería tomar la tuya.

Los discípulos de Jesús harían bien en seguirlo específicamente en esta área al establecer límites. No tienes que enviar un mensaje de texto de inmediato a esa persona que tienes en mente. Puedes responder tus correos electrónicos durante el tiempo asignado. Las tareas futuras siempre serán infinitas, pero tú eres finito. Especialmente para aquellos de nosotros que trabajamos a tiempo completo en el ministerio, debemos aprender el arte del despido sabio, de decepcionar a las personas y decir “no”, para que podamos decir “sí” a la plenitud de la vida en Cristo Jesús.

Fuente: Coalición por el Evangelio

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