Son muy pocas las personas que no puedan decir que están familiarizadas con algún versículo o porción de la Biblia. Para algunos será el famoso Salmo 23, la exaltación paulina del amor en 1 Corintios 13 o algún otro versículo o pasaje predilecto. La verdad es que esa lista de pasajes populares o conocidos es cortísima en comparación con los 66 libros de la Biblia en sus dos testamentos y sus miles de versículos. Hay mucho que debemos conocer y entender a cabalidad en la Biblia.
Gloriémonos en conocer y entender al Dios de la Biblia
El problema con nuestro conocimiento y entendimiento radica en que la Biblia intimida por su longitud y su variedad. Seamos honestos, son muy pocos los valientes que dedican tiempo, esfuerzo, sudor y, como dicen en algunos países, “queman pestañas” en su estudio de la Palabra de Dios. En mi caso, siempre ha sido de exhortación las palabras del Señor en Jeremías:
“«No se gloríe el sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se gloríe de su riqueza; gloríese en esto: De que me entiende y me conoce, Pues Yo soy el Señor que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas me complazco», declara el Señor” (Jr 9:23-24).
El Señor valora el que le conozcamos y entendamos. Ni la sabiduría humana, ni el poder y mucho menos las riquezas (aspectos tan valorados entre los humanos) se comparan con conocer y entender al Dios revelado en las Escrituras, quien es misericordioso, justo y soberano. Lo que más me impresiona es que Jeremías está diciendo estas palabras en un momento de profundo abandono espiritual e ignorancia por parte de Judá. El pueblo y sus autoridades políticas y religiosas estaban viendo su propia descomposición y caída, pero no eran capaces de buscar al Señor y atender a su Palabra. Por eso Jeremías dice de parte de Dios, “«Ciertamente estos solo son gente ignorante, son necios, porque no conocen el camino del Señor Ni las ordenanzas de su Dios” (Jr 5:4).
Ni la sabiduría humana, ni el poder y mucho menos las riquezas se comparan con conocer y entender al Dios revelado en las Escrituras
Dice el dicho “mal de muchos, consuelo de tontos”. Yo imagino que esa ignorancia popular que pasaba por el rey, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, terminaba envalentonando a los ignorantes, quienes pensaban que no valía la pena esforzarse por conocer y entender lo que, aparentemente, nadie más buscaba. Lo que estaba de moda eran los sueños de los profetas y los sacrificios y ritos a dioses paganos. ¿Profundizar y entender la Palabra? ¡Ná!
Lo que quiero decir con esta larga introducción es que SÍ pasa algo si es que no entendemos lo que leemos en la Biblia. No se trata simplemente pasar al siguiente versículo u olvidarme de lo difícil y mantenerme solo con esos salmos o esas palabras del evangelio que son tan claritos y tanto me gustan. Si no entiendo lo que leo, debo esforzarme en buscar una respuesta a mis interrogantes.
Entonces, ¿cómo me esfuerzo para poder entender lo que no he entendido en la Biblia? Vayamos en orden descubriendo fundamentos y principios.
Fundamentos y principios para entender la Biblia
En primer lugar, la Biblia es un libro y, como tal, no fue escrito como cápsulas o meros párrafos o versículos aislados. Nunca podremos llegar a tener un conocimiento cabal de las Escrituras si estamos leyendo de aquí y de allá. Debemos asumir el compromiso de leer libros completos de principio a fin si es que realmente queremos conocer y entender su mensaje.
En segundo lugar, debemos ser conscientes que un aniquilador del entendimiento es la inconstancia. Si hoy leemos un capítulo y esperamos a acordarnos de nuevo en un par de semanas para leer el siguiente capítulo, entonces no esperemos que ese ritmo de lectura será provechoso para el entendimiento. La constancia demanda un esfuerzo y una dedicación que David resalta en su poema a la Palabra cuando dice,
“Me anticipo al alba y clamo,
En Tus Palabras espero.
Mis ojos se anticipan a las
vigilias de la noche
Para meditar en Tu palabra»
(Salmo 119:147-148)
En tercer lugar, los cristianos tenemos una enorme ventaja espiritual. Nunca estamos solos y sin más recursos que nuestra propia materia gris para entender la Biblia. No debemos olvidar que nuestro Señor Jesucristo prometió la venida del Espíritu Santo, quien nos “enseñará todas las cosas, y [nos] recordará todo lo que [nos] ha dicho” y nos “guiará a toda verdad” (Jn 14:26; 16:13). Esta realidad espiritual no podemos pasarla por alto y debemos orar al Señor y buscar la dirección del Espíritu cada vez que nos acercamos a la Palabra.
En cuarto lugar, es importante que entendamos que somos responsables de nuestra búsqueda personal del Señor, pero no se trata de una tarea en solitario. El Señor diseñó la Biblia para que la leamos a solas y también en la compañía de otros hermanas y hermanos en la fe. Cuando nos desafiamos a leer la Biblia con otras personas podemos mantener la constancia y también ayudarnos a entender la Palabra al ser guiados todos por el mismo Espíritu Santo.
En quinto lugar, podemos llevar nuestras dudas a nuestros pastores y maestros, quienes han sido puestos por el Señor para edificarnos y su tarea no acaba “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios…” (Ef 4:13). Además no debemos descuidar los cursos bíblicos y los grupos pequeños de estudio que continuamente se están brindando en nuestras iglesias.
Finalmente, también tenemos buenos libros, Biblias de estudio y comentarios bíblicos que podemos consultar para resolver nuestras dudas. Pregúntale a tu pastor o líder en tu iglesias acerca de los materiales de consulta más confiables para que vayas creando tu biblioteca personal.
Huye de cualquier superficialidad que te impida tener un conocimiento cabal de las Escrituras
Nuestros tiempos se caracterizan por los 180 caracteres, las imágenes con pocas palabras y el entendimiento superficial de todo y de nada, al mismo tiempo. Sin embargo, como cristianos debemos huir de cualquier superficialidad que nos impida tener un conocimiento cabal de las Escrituras.
Ahora ya sabes lo que tienes que hacer si hay algo que no entiendes en la Escritura. Eso significa que no tienes excusa para la ignorancia o la duda, sino un camino abierto y provisto por el Señor para que te gloríes en entender y conocer a tu Señor revelado en su Palabra.
Fuente: Coalición por el Evangelio