Ser cada vez más semejante a Cristo es el deseo de cada creyente, y es alentador saber que Dios tiene el mismo deseo para nosotros. De hecho, la Biblia dice que Dios «predestinó [los creyentes] para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Romanos 8:29). Haciéndonos semejantes a Cristo es la obra de Dios, y lo verá cumplirse hasta el final (Filipenses 1:6).
Sin embargo, el hecho de que Dios nos transforme en semejanza a Cristo no significa que podamos sentarnos y ser llevados al cielo «en camas florecientes de facilidad». El proceso exige nuestra cooperación voluntaria con el Espíritu Santo. Llegar a ser más como Cristo requiere tanto el poder divino como el cumplimiento de las responsabilidades humanas.
Hay tres cosas que contribuyen a ser más como Cristo: nuestra entrega a Dios, nuestra libertad del pecado y nuestro crecimiento espiritual.
1) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado de la entrega a Dios. Romanos 12:1-2 dice que nuestro culto racional implica una auto dedicación total a Dios. Ofrecemos nuestros cuerpos como «sacrificios vivos», y nuestras mentes son renovadas y transformadas.
Cuando Jesús dijo: «Sígueme», Leví dejó inmediatamente sus mesas de dinero (Marcos 2:14); así todos rendimos voluntariamente todo lo que tenemos a fin de seguir al Señor. Como dijo Juan el Bautista, «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe»(Juan 3:30), por lo que nos enfocamos más y más sobre Jesús y Su gloria, perdiéndonos en Su voluntad.
2) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado de la libertad del pecado. Puesto que Jesús vivió una vida sin pecado, cuanto más nos consideramos «muertos al pecado» (Romanos 6:11) y vivimos una vida de pureza, más como Jesús seremos. Al ofrecernos a Dios, el pecado ya no es nuestro maestro, y nosotros estamos más claramente identificados con Cristo (Romanos 6:1-14).
Jesús nos invita a seguirlo, y tenemos Su ejemplo de obediencia (Juan 15:10), amor sacrificial (Juan 15:12-13) y sufrimiento paciente (1 Pedro 2:19-23). También tenemos el ejemplo de los apóstoles, quienes modelaron a Cristo (1 Corintios 11:1).
Cuando se trata de restringir el pecado en nuestras vidas, tenemos la ayuda divina: Alabar al Señor por la Palabra de Dios (Salmo 119:11), la intercesión de Cristo (Romanos 8:34; Hebreos 7:25) y el poder del Espíritu quien mora en nosotros (Romanos 8:4; Gálatas 5:16).
3) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado del crecimiento cristiano. Cuando primero somos salvos, somos inmaduros en la sabiduría y el conocimiento, e inexpertos en la gracia y el amor. Pero luego crecemos. En cada una de estas cosas, nuestra responsabilidad es llegar a ser más fuertes y más como Cristo. «Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Pedro 3:18). «Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos…» (1 Tesalonicenses 3:12).
Ahora mismo, Dios trabaja en nosotros: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). Un día, sin embargo, el proceso será completo: «cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es » (1 Juan 3:2). La promesa de ser plenamente semejantes a Cristo en el futuro es en sí misma una motivación para llegar a ser más como Cristo ahora: «Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro» (1 Juan 3:3).
Fuente: Got Questions
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