Cómo el cristiano debe enfrentar la soledad

Victoria sobre la soledad

Lee esta inspiradora historia sobre Judith y su lucha contra la soledad.

Escrito por Judith Kloosterman

Un día hace unos años atrás mi mundo cambió de repente. Mi esposo falleció repentinamente y mi vida se tornó muy diferente.

El choque inicial fue fuerte, y por bastante tiempo estuve aturdida, y dependiendo de la ayuda y oraciones de mi familia y amigos.

En el transcurso de los meses siguientes mi situación se volvió más clara, y tuve que lidiar con muchas nuevas realidades, incluyendo aprender a estar sola. ¡Me di cuenta que por primera vez en más de 44 años ya no era parte de una «pareja»! Ahora no había ningún compañero esperándome en casa, nadie con quien hablar, con quien planificar el próximo viaje juntos. Me sentí solitaria.

También tuve que adaptarme en casa. En el transcurso del año siguiente evité dormir en nuestro dormitorio. Hacer comida fue algo particularmente difícil. Los sentimientos de soledad comenzaron a llegar más cerca, como olas de pánico, provocados por ejemplo al asistir a una boda, donde muchos recuerdos venían a la mente de lo que solía ser, o cosas similares. Estos pensamientos eran una plaga para mí, y los odiaba. Tenía que enfrentarlos, pero ¿cómo?

¿Qué dice la Biblia sobre la soledad?

El rey David también experimentó gran soledad y sentirse abandonado. Pero él no sólo era un guerrero en el campo de batalla; ¡también luchaba por su fe! ¡Clamó a Dios en su necesidad y desesperación, y recibió fuerzas y esperanza para seguir adelante!

¡Clamó a Dios… y recibió fuerzas y esperanza para seguir adelante!

«Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado, y con odio violento me aborrecen. Guarda mi alma, y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti confié. Integridad y rectitud me guarden, porque en ti he esperado.» Salmos 25,16-21

En lugar de culpar a Dios o preguntarse «¿Por qué yo?» David se acercó a su Creador en esos momentos de soledad. También fue importante para mí llevar a cabo una lucha espiritual para recibir las mismas fuerzas y ayuda que sacaron a David del abismo de la desesperación.

¿Solo o solitario?

Estar solo y sentirse solo no es lo mismo. Puedo estar solo y vivir una vida feliz; y puedo sentirme solo incluso en medio de una multitud de personas. Me di cuenta que me sentía sola porque la envidia, la amargura y la autocompasión me invadían con pensamientos como: «Todos los demás están junto a alguien. Soy la única que está sola y valiéndose por sí misma.» La soledad es un estado de la mente donde me siento apartada de las demás personas. Sin embargo como se trata de un estado de la mente, entonces puedo resistirme a tales pensamientos y negarles el acceso a mi corazón y vida. Entonces hice lo que está escrito en 2 Corintios 10,5, y llevé «cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo».

Otros versos, como «Por nada estéis afanosos,» (Filipenses 4,6) ya me habían ayudado anteriormente a redirigir mi forma de pensar, así que me aferré a un verso de agradecimiento: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.» (1Tesalonicenses 5,18) Ser agradecido requiere que yo renuncie, y aceptar que Dios – y no yo – es el que está al mando. «En todo» significa precisamente esto: cuando me siento excluido, cuando siento lástima por mí misma, cuando siento que he ofendido de alguna manera – ¡no importa cuál sea la circunstancia! Puedo decir honestamente, «Gracias, Jesús,» por esta situación, ¡porque esta es la voluntad de Dios para mí! Esto es lo que anhelo – ¡hacer la voluntad de Dios mientras viva! ¡Es una lucha!

El agradecimiento es la mayor arma

Algunas veces un simple «gracias» debe ser más específico. «Señor, estoy triste hoy porque es nuestro aniversario.» Entonces le agradezco por todos los años que estuvimos juntos. O bien: «Señor, siento lástima por mí misma cuando los demás están demasiado ocupados para estar conmigo.» Entonces agrego: «¡Gracias por todos los preciados amigos que me has dado!» Entonces pido por ellos por su nombre, que Dios les bendiga especialmente y les ayude con cualquier necesidad que tengan. He experimentado una y otra vez que cuando asumo esta lucha en forma consciente para estar agradecida, y rechazo los pensamientos negativos, entonces la tristeza y la soledad al final tienen que huir, y me quedo nuevamente con gratitud por el tiempo que tuvimos.

¡Entonces recuerdo que una persona agradecida no puede al mismo tiempo sepultarse en la autocompasión!

El tiempo pasa, y a veces una imagen tan simple como ver a una pareja de ancianos de la mano en una tienda puede desencadenar mis sentimientos. Me hace recordar mi pérdida, que ahora estoy sola, y que no voy a caminar en mi vejez de la mano con mi amado. A veces estos momentos todavía amenazan con abrumarme. ¡Entonces recuerdo que una persona agradecida no puede al mismo tiempo sepultarse en la autocompasión! Y estoy feliz de poder anunciar que este – «¡Dad gracias en todo!» – ¡todavía sigue siendo una enorme ayuda cuando la necesito cada día!

Fuente: Cristianismo Activo

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