Este artículo expone las bases bíblicas de vivir en comunidad intencional y sus diferencias con el sistema religioso tradicional.
En el libro de los Hechos, leemos que los primeros cristianos vivían en comunidad (Hechos 2:44). Renunciaban a todas sus posesiones en obediencia a las enseñanzas de Jesús (Lucas 12:32-33; Lucas 14:33; Hechos 2:45) y trabajaban juntos todos los días en servir a Dios (Mateo 6:24; Hechos 2:46-47). No hay duda que tal ejemplo de unidad y amor revolucionó al mundo.
Hoy en día, las iglesias enseñan que vivir en comunidad y obedecer a Jesús, como lo hacían los primeros cristianos, era solamente posible hace dos mil años atrás, que los tiempos han cambiado, y que vivir en comunidad cristiana no es importante. Es más, cuando uno habla de vivir en comunidad, a menudo es visto con sospecha y cautela.
Sin embargo, vivir en comunidad es un ingrediente importante para una vida verdaderamente cristiana. Jesús enviaba a sus discípulos de dos en dos (Lucas 10:1), creía en el principio bíblico de «dos o tres testigos» (Mateo 18:16; 2 Corintios 13:1; 1 Timoteo 5:19), y dijo que Él mismo estaría presente en donde, por lo menos, dos o tres estén juntos en su nombre (Mateo 18:20). Jesús enseñó que la manera más concreta de que la gente pueda saber que somos sus discípulos es por medio de nuestro amor el uno por el otro (Juan 13:35). El mundo podrá creer en Jesús solamente cuando nosotros, los que seguimos a Jesús, estemos en unidad verdadera (Juan 17:11; Juan 17:23).
A menudo la gente pregunta si vivir en comunidad cristiana es un requisito para su salvación. Tales personas están interesadas en saber cuál es lo mínimo que se necesita hacer para no ir al infierno. La pregunta no debería ser si vivir en comunidad es tu boleto para ir al cielo, sino si vivir en comunidad le va a ayudar a ser un mejor cristiano, desarrollarte más espiritualmente y dar un mejor testimonio al mundo de Jesús.
Más allá de lo que pueda ayudar a estas personas vivir en comunidad cristiana, si verdaderamente quieren seguir a Cristo, debería causarles inquietud el mero hecho de no querer estar en comunidad con otros cristianos que también sinceramente quieren seguir a Cristo.
Supongamos que hay cien personas en un laberinto y se encuentran totalmente perdidas. Supongamos que a noventa de las personas no les importa y deciden hacerse un pícnic y hacer todo lo posible para disfrutar su estadía en el laberinto. Pero hay otras diez personas que desesperadamente quieren salir de ahí.
¿No sería natural concluir que los diez que están genuinamente buscando la solución al laberinto van a sentirse atraídos el uno al otro? ¿No tendrían más probabilidades de encontrar la salida si comparten el uno con el otro sus propias experiencias de las diferentes partes del laberinto? ¿No les ayudaría trabajar juntos en unidad para encontrar la solución?
Algo está mal si alguien dice que ha estado buscando la verdad pero que no quiere tener comunión con otros que también están buscando y practicando la verdad. El apóstol Juan preguntaría «¿Cómo puedes decir que quieres comunión con Dios, a quien no has visto, si no quieres comunión con tus hermanos y hermanas cristianas a quienes sí has visto?» (1 Juan 4:20). Si prefieres compañía con personas que no obedecen a Jesús (sean religiosas o no) a compañía de personas que han entregado sus vidas completas para servir a Cristo, dice algo de tu compromiso personal con Jesús.
Lamentablemente, hoy en día, encontrar un grupo de personas que verdaderamente estén comprometidas a seguir a Cristo parece ser más difícil que encontrar oro líquido. El mundo está lleno de iglesias que pretenden estar en comunión por un par de horas a la semana y donde te llaman «hermano» porque no se acuerdan de tu nombre. Estas falsas iglesias han dejado quemados a muchos y han creado un espíritu de escepticismo contra cualquier grupo que intenta hacer las cosas bien.
Entendemos perfectamente que en el ambiente hipócrita del sistema religioso uno no siente el deseo (ni tiene la posibilidad) de tener verdadera comunión y vivir en comunidad cristiana con los demás. Pero cuando uno encuentra personas que sí están dedicadas a Dios, lo más natural sería querer estar con ellas el mayor tiempo posible. Si verdaderamente somos cristianos, entonces nos vamos a sentir cada vez más solos en el mundo y más atraídos a los verdaderos hermanos cristianos.
Si nosotros andamos en la luz de Dios, y tú andas en la luz de Dios, entonces lo obvio es tener comunión los unos con los otros. (1 Juan 1:7)
Fuente: Convivir por Fe
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