Entregarse a Dios – ¿Qué Significa Realmente esta Frase?
Entregarse a Dios – Es un término que tal vez haya escuchado, pero ¿qué significa exactamente?
Rendirse no es una palabra asociada a menudo con acciones positivas. Después de todo, «rendirse en el nombre de la ley» usualmente significa problemas para alguien. Y sabemos que cuando una parte se rinde a otra en la batalla, es una señal de que han renunciado a cualquier esperanza de victoria.
Entregarse a Dios – Si lo hago, ¿a qué estoy renunciando?
Si nos entregamos a Dios, ¿a qué estamos renunciando? ¿Significa, como para el enemigo en la batalla, renunciar a la victoria en nuestras vidas? ¿Está Dios apuntándonos con una pistola a la cabeza y forzándonos a darles todo lo que tenemos, como un bandido o un atracador podría hacer?
Seguramente hay algunos que desean mostrar a Dios de esta manera, especialmente cuando está envuelto el beneficio propio. Pero cuando llegamos a conocer el verdadero carácter y naturaleza de Dios, rápidamente descubrimos cuán falsa es esta imagen.
Entrega significa ceder la propiedad, renunciar el control de lo que consideramos nuestro: Nuestros bienes, nuestro tiempo, nuestros «derechos». Cuando nos entregamos a Dios, estamos simplemente reconociendo que lo que «poseemos» realmente le pertenece a Él. Él es el dador de todas las cosas buenas.
Nosotros somos responsables de cuidar lo que Dios nos ha dado, como administradores de Su propiedad, pero al entregarnos a Dios, admitimos que en última instancia, Él está en control de todo, incluyendo nuestras presentes circunstancias. El entregarnos a Dios, nos ayuda a soltar aquello que nos separa de lo mejor que Dios tiene para nuestras vidas. Al entregarnos a Dios, dejamos ir aquello que nos impide desear primero los caminos de Dios.
Entregarse a Dios – Una Elección para Adán y Eva
En el principio, Dios puso a Adán y a Eva en el huerto de Edén y les dio todo lo que necesitaban. Todo lo que era bueno para comer estaba disponible y al alcance de ellos. Es decir, todo, excepto un árbol – el árbol del conocimiento del bien y del mal. Entra la serpiente, la que ahora conocemos como Satanás, astuta y engañosa en todo lo que hace.
El primer paso de la serpiente fue poner en duda la Palabra de Dios, cuando le sugirió a Eva, «¿Dijo realmente Dios que no deberían comer de ese árbol?» Como todos sabemos, sugerir que la fruta prohibida tal vez no estaba prohibida, después de todo, es casi como una licencia. Sólo los sabios cuestionarán el potencial resultado de ceder a la tentación.
¿Qué hubiera ocurrido si Adán y Eva hubieran sido lo suficientemente sabios para ver el engaño? ¿Qué hubiera ocurrido si hubieran reconocido la elección que estaba delante de ellos, y en vez de dudar de la Palabra de Dios, hubieran escogido obedecer a Dios? ¿Qué hubiera ocurrido si se hubieran dado cuenta de que Dios debía ser obedecido, aún cuando Su orden no tenía mucho sentido para ellos?
Pero, note que Dios no le dijo a Adán y a Eva: «No pueden comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.» Sino que leemos en Génesis 2:16-17: Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: «De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no debes comer, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás».
Entregarse a Dios – Una Elección para Todos Nosotros
A Adán y a Eva se les dio a elegir el rendirse a Dios cuando les dijo: «no deben» en vez de «no pueden». El fruto de este árbol no es algo que vayamos a encontrar en la sección de frutas del supermercado, sino que representaba la alternativa que Dios ofrecía. ¿Debieron Adán y Eva confiar y obedecerle a cambio de una recompensa mayor más adelante? ¿O debieron ceder al deseo momentáneo de sus corazones?
Si hubieran escogido entregar los deseos de su corazón a Dios, es posible que todos estaríamos viviendo eternamente en una tierra perfecta, aquí y ahora. Trágicamente, Adán y Eva no eligieron ese camino. Y debido a ese primer acto de desobediencia, nuestros corazones se han vuelto más y más dados al egoísmo con cada generación. (Considere la evidencia presentada en el capítulo 4 del Génesis – cuando Caín, el primer humano nacido de una mujer, mató a su propio hermano. ¡Qué rápido empezó la corrupción!).
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