¿Se puede dejar de pecar (voluntariamente)?
“Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8:11.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis.” 1 Juan 2:1.
¿Pero es realmente posible dejar de pecar? ¡Sí, absolutamente! Pero no solo es posible, sino que dejar de pecar es lo que realmente significa nacer de nuevo para ser un hijo de Dios. El apóstol Juan escribe muy claramente que: “El que practica el pecado [el que comete pecado voluntariamente] es del diablo”, y más adelante también dice,“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica [voluntariamente] el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” 1 Juan 3:8-9.
Un verdadero hijo de Dios está dispuesto a guardar y cumplir los mandamientos de Dios. Recibir perdón por nuestros pecados está sujeto y ligado a reconocer que hemos pecado y a que tengamos una tristeza que es según Dios, la cual produce en nosotros un arrepentimiento para salvación. (2 Corintios 7:10). El arrepentimiento significa que no queremos volver a pecar en cualquier área que entendamos que es una transgresión a las leyes de Dios. Somos nacidos de nuevo por medio de creer en la Palabra de Dios y por entregar nuestra vida a Jesús. Al nacer de nuevo dejamos toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidia y toda difamación; pero asimismo también deseamos, como niños recién nacidos, la leche espiritual de la palabra, para que por ella crezcamos para salvación. (1 Pedro 1:23; 1 Pedro 2:1-2). Esta es la esperanza viva que tenemos en el Nuevo Pacto, algo con lo cual no contaban en el Antiguo.
La diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto
En el Antiguo Pacto la ley podía castigar a quienes voluntaria y deliberadamente cometían pecados, pero también había perdón por pecados que se cometían involuntariamente. Incluso si se arrepentían verdaderamente, también tenían perdón por pecados o delitos muy graves que se hacían inconscientemente. No obstante, por cada pecado era necesario que se matara un animal y se diera como una ofrenda, esto en lugar del transgresor. El conocimiento y el temor por las consecuencias del pecado consciente le podía poner un freno al pecado en la sociedad judía, pero, por desgracia, los animales que morían no podían hacer nada para ayudar a las personas a no volver a pecar.
Pero ahora en el Nuevo Pacto, Jesús no solo murió por nuestros pecados como un cordero sin mancha, sino que también resucitó de entre los muertos y es capaz de brindarnos toda la ayuda que necesitamos para vivir como Él vivió – sin cometer pecado. Tal como Pablo predicó a los judíos en Hechos 13:38-39: “Por tanto, hermanos, sabed que por medio de Él os es anunciado el perdón de los pecados; y que de todas las cosas de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado.” Cabe mencionar que la ley solo podía condenar los pecados que se cometían fuera del cuerpo, pero no podía hacer nada para ayudar a las personas a dejar de pecar en sus pensamientos; no podían deshacerse de los deseos en su interior ni de las pasiones pecaminosas.
La obra que Jesús hizo por nosotros
Pero ahora, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús puede liberarnos de la ley del pecado y de la muerte. “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Romanos 8:2-4.
¿Cómo logró Jesús condenar al pecado en la carne siendo un hombre que era tentado en todo igual que nosotros? (Hebreos 4:15). Él, en su mente y sus pensamientos estaba dispuesto a hacer la voluntad de su Padre y no la suya. Dentro de su corazón Jesús llevó a sentencia de muerte todo pensamiento de querer cometer pecado y de desobedecer a su Padre. Como hombre con una naturaleza humana como la nuestra, Jesús se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:8). Cuando murió en el Calvario y exclamó: ¡Consumado es!, todo pecado en la carne había sido vencido en Él. Jesús no solo murió por los pecados de todo el mundo, sino que además resucitó de entre los muertos y “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Hebreos 7:25.
¿Cómo nos ayuda Jesús?
Ya es posible ser una nueva creación en Cristo. Lo que fue profetizado por Ezequiel es ahora algo que puede volverse realidad en cada uno de nosotros. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros… pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra… os guardaré de todas vuestras inmundicias… os acordaréis de vuestros malos caminos, y de vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones… Yo Jehová he hablado, y lo haré… Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto…” Ezequiel 36:26-37. ¿Acaso podría Dios haberlo dicho más claramente? Si creemos y le obedecemos, entonces esto se hará realidad. La pregunta ahora es, ¿cuánto queremos terminar con el pecado para que así busquemos a Dios con todo nuestro corazón y tengamos esta mente y sentir que estaba en Cristo Jesús? ¿preferiríamos morir que pecar?
Él nos dará este nuevo sentir – estos nuevos pensamientos. Dios da Su Espíritu Santo a todos los que le obedecen. (Hechos 5:32). Por la fe, decido despojarme del viejo hombre con sus obras y revestirme del nuevo hombre el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó. (Colosenses 3:10). De ahora en adelante nos consideramos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro, de modo que el pecado ya no reinará en nuestros cuerpos mortales, para obedecerlo en sus concupiscencias, sino que presentamos nuestros cuerpos como vivos de entre los muertos y nuestros miembros como instrumentos de justicia para Dios, porque el pecado no tendrá más dominio sobre nosotros. (Romanos 6:11-14).
Todo esto es un cambio de mentalidad, y puede hacerse en un instante. Aquí nos comprometemos a dejar de servir al pecado y empezar a servir a Dios y hacer su voluntad.
Pero todavía podemos caer en pecado
Pero, quizá te preguntes, “yo no quiero pecar, pero a veces todavía caigo, no puedo evitarlo.” Sí, pero tienes que saber que caer en pecado no es lo mismo que pecar voluntariamente. De hecho, esto ocurre a menudo al principio de nuestra vida cristiana porque tenemos que aprender a andar en el Espíritu, así como un niño pequeño aprende a caminar. Al principio el cerebro de un niño cuando es pequeño no se ha desarrollado lo suficiente para mantener su cuerpo erguido y equilibrado, tampoco es lo suficientemente fuerte o atento como para no tropezar. No cae deliberadamente, por lo tanto, la persona que lo cuida lo levantará inmediatamente, le secará las lágrimas y le dirá que siga adelante. Todos aquellos que aprendan lo que se necesita para no caer más van a tener éxito.
No obtenemos el 100% de la victoria de inmediato, especialmente si hemos vivido en pecado y con ello hemos desarrollado algunos malos hábitos. Pero no te preocupes, podemos aprender algunos buenos hábitos, como orar, llenarnos con la palabra de Dios y escuchar la voz del Espíritu. El Señor está cerca y escucha el clamor de los que caen en pecado, pero no solo eso, sino que también los levanta y los ayuda a caminar por el camino de sus mandamientos.
Lo que tienes que hacer para dejar de caer en pecado
Cada caída debería obrar en nosotros una mayor seriedad. Es así como recibimos la mente y el sentir que Jesús tenía, “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.” Hebreos 5:7. Lo más importante es que nunca perdamos la fe en la victoria.
Aprender a caminar sin caerse en un proceso, y Dios quiere que tengamos éxito. “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Isaías 40:31.
¿Qué son las obras del cuerpo de pecado?
También existen “las obras del cuerpo de pecado”, estos son pecados de los que no somos conscientes. A pesar de que servimos a la ley de Dios con nuestra mente, encontramos que la “ley del pecado” está obrando en nuestros miembros, ya sea con cosas como la irritación o la cobardía.
Las obras del cuerpo de pecado que cometemos no son lo mismo que pecar voluntariamente o caer en pecado. Mientras tengamos una carne, no podemos hacer mejor de lo que Pablo escribe en Romanos 7:25: “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.” Aquí es donde mucha gente dice: “no es posible dejar de pecar.” Pero no es así, sino que no podemos decir que “no tenemos pecado” (1 Juan 1:8), porque no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, para los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Romanos 8:1). No podemos recibir victoria sobre el pecado que no conocemos. Pero cuando las obras del cuerpo de pecado se nos son reveladas por el Espíritu Santo, podemos juzgarlas y hacerlas morir. (Romanos 8:13; 1 Juan 1:7-10).
Esta es la vida de un discípulo; y a este proceso (de hacer morir las obras del cuerpo de pecado) se le llama santificación. “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” Romanos 6:22. Por lo tanto, es posible dejar de pecar voluntariamente, y esto se logra despojándonos del viejo hombre y comprometiéndonos a obedecer a Dios. Después debemos continuar en esto para que en nuestra debilidad no caigamos en pecado, y finalmente debemos juzgar y llevar a la muerte las obras del cuerpo de pecado, esto con el fin de que seamos santificados y lleguemos a ser cada vez más conforme a la imagen de Jesús. Las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios.
Ahora podemos acabar con Satanás de una vez por todas
Jesús también nos ha comprado y nos ha librado de la tiranía de Satanás. Satanás, o también conocido como el acusador, no tiene el derecho de acusarnos nunca más por nada, pues ahora somos siervos de Jesucristo, y solo a Él, a nuestro Maestro, es a quien le rendimos cuentas. Satanás no tiene el derecho de acusarnos por pecados pasados de los cuales ya nos hemos arrepentido y hemos sido perdonados; tampoco tiene el derecho de acusarnos por el hecho de que somos tentados; ni tampoco tiene el derecho de acusarnos por las obras del cuerpo de pecado que cometemos inconscientemente, Jesús no nos condena por eso.
Nuestra tarea ahora es condenar todo pensamiento que nos pueda desanimar o exaltar y que provenga de Satanás. (2 Corintios 10:5). Nuestro único interés es llegar a ser como nuestro Maestro, y por lo tanto nosotros también “hacemos morir” todas esas cosas que Dios odia – “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”, así como también “la ira, el enojo, la malicia, la blasfemia, las palabras deshonestas de vuestra boca” y todo tipo de mentira. (Colosenses 3:5-9). Nosotros buscamos las cosas que pertenecen a Cristo – la entrañable misericordia, la benignidad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia; nos soportamos unos a otros, y nos perdonamos unos a otros; pero sobre todas las cosas nos vestimos de amor, el cual es el vínculo de la perfección. Y además de eso, también la paz de Dios gobierna en nuestros corazones y somos agradecidos.” (Colosenses 3:12-15). Todas estas cosas son nuestras si se las pedimos a Jesús, y son la recompensa que recibimos por mantener nuestra posición de fe en los momentos de tentación y de nunca ceder a los deseos de nuestra carne para que cometamos pecado.
¡Es posible dejar de pecar!
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.” 1 Pedro 1-2.
¡Sí, es perfectamente posible! A través de Jesucristo podemos dejar de pecar y vivir el tiempo que resta en la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. ¿Qué podría ser mejor que eso? Ahora todos aquello que estén cansados y cargados de sus tendencias pecaminosas, sin importar que tan duro traten de detenerlos, pueden venir a Él y recibir descanso. (Mateo 11:28-29. El yugo del que Jesús habló es la cruz que cargo cada día; la cruz de la cual Pablo se glorió y de la cual Jesús quería que los Corintios supieran más que cualquier otra cosa. (Lucas 9:23; Gálatas 6:14; 1 Corintios 2:2).
¡Tú puedes dejar de pecar! Créelo, toma la decisión y nunca te rindas. Vas a tener éxito al igual que muchos otros que lo han tenido desde los días de los apóstoles. En Apocalipsis 14:1-5, Juan vio en pie sobre el monte de Sion a ciento cuarenta y cuatro mil cantando el cántico de los vencedores – el cántico de los que fueron redimidos de entre los hombres y que en su boca no fue hallada mentira, ellos estaban sin mancha delante del trono de Dios. ¡Y ahora por la gracia de Dios, nosotros podemos ser uno de ellos!
Fuente: Cristianismo Activo
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