La justicia hace todo de la manera correcta, sin pecado que la manche. Verdadera justicia es naturaleza divina. Todo lo hace correctamente; de la manera más perfecta que existe.
¿Acaso esto quiere decir que la justicia es algo inalcanzable para nosotros? ¡No! Pedro dice: “… por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina…» 2 Pedro 1:4. En otras palabras, se nos ha prometido que nosotros mismos podemos tener naturaleza divina – ¡nosotros mismos podemos llegar a ser justos! Así pues, tenemos algo que perseguir. Nos llevará toda la vida tener toda la plenitud de la justicia, pero mientras tanto podemos ser justos en la medida en la que tengamos luz, revelación de Dios y entendimiento. Lo único que tenemos que hacer vivir en obediencia a la fe.
“Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar.” Isaías 48:17-18.
Practicando la justicia
Para mí practicar la justicia en mi vida diaria es hacer la voluntad de Dios conforme a lo que Él obre en mí. ¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios en mi vida? Por medio del Espíritu Santo, quien es mi Guía y mi Ayudador. Necesito andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne. En otras palabras, necesito ser obediente al Espíritu y eso me guiará a no hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre. Entonces crece el fruto del Espíritu en mi vida. ¿Y qué es el fruto del Espíritu? Justicia personal. Cuando me deshago de mi propia iniquidad – del pecado en mi carne – el resultado será remplazado con esa justicia personal.
“Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad.” Efesios 5:9.
Lo único que Dios requiere de mí es que sea fiel a la luz que hasta ahora tengo y por ahora entiendo. Dios no pide más de mí, solamente que sea fiel hasta donde tenga luz. Pero más adelante, si permanezco fiel y ando en la luz, el área de luz puede crecer y aumentar, y por ende puedo tener un desarrollo glorioso en lo que es bueno. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Proverbios 4:18.
¿Pero que no está escrito que no hay justo?
“No hay justo, ni aun uno.” Romanos 3:10. Esto no significa que tenemos que permanecer siendo injustos. Somo nacidos como personas injustas por naturaleza, llenos de egoísmo y con una voluntad propia. Tenemos pasiones y deseos en nuestra carne que nos conducen a satisfacer nuestra propia voluntad, en lugar de buscar y hacer la voluntad de Dios. Y es precisamente por eso que tenemos que perseguir la justicia con todo nuestro corazón para que lleguemos a ser justos. Este es el evangelio de Cristo – que seamos santificados, transformados y hechos justos.
Esto no sugiere que lo hagamos nosotros mismos, sino que es solamente por medio del Espíritu Santo en nuestras vidas que podemos llegar a ser justos. El Espíritu Santo nos convence del pecado al que tenemos que renunciar y, por consiguiente, vencer, pero también nos brinda el poder para hacerlo. Por lo tanto, a medida que la injusticia es vencida en nuestras vidas, nosotros mismos nos volvemos más amorosos, pacientes, justos, bondadosos, humildes, personas sin egoísmo, etc… Dicho de otra manera, ¡La justicia aumenta! Y todo esto es por medio del poder del Espíritu, pero nosotros tenemos que estar de acuerdo por medio de la fe con lo que el Espíritu dice y trata de convencernos. Somos nosotros los que tenemos que ser obedientes a los susurros de Su voz y poner nuestra propia vida, renunciando a nuestra propia voluntad para que Dios pueda hacer la Suya. Ésta es una obra de fe. (Romanos 8:12-14).
La fe no tiene nada que ver con mi propia fuerza o mis propias obras humanas. Es Dios quien produce en mí tanto el querer como el hacer, y a Él le pertenece la gloria. Dios puede ser glorificado con mi fe y la justicia que sale como resultado. (Filipenses 2:13).
Fuente: Cristianismo Activo
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