La muerte de Jesús y su resurrección posterior están al centro del mensaje de la Biblia. La Biblia describe estos eventos como “lo más importante” (1 Corintios 15:3). Sin la muerte de Cristo, no hay evangelio; su cruz es la pieza fundamental de nuestra fe. La muerte de Jesús expía nuestros pecados y nos reconcilia a Dios (Romanos 5:10). Y la Biblia dice claramente la razón por la que Él tuvo que morir en la manera que murió. Fue azotado, mientras se quedaba callado y tuvo que morir sobre una cruz (árbol) para cumplir la profecía (ver nuestro artículo aquí para más información). Tuvo que derramar su sangre porque “la propiciación se hace por medio de la sangre” (Levítico 17:11). La cruz cumple el requisito justo de la Ley y crea un Nuevo Pacto (Marcos 14:24).
¿Pero por qué murió? ¿Cómo sirvieron las circunstancias de esa época y tiempo para producir las condiciones que llegaron a su muerte?
Dios trabaja en la historia. Trabaja en el contexto de gente y personas y la política para enseñarnos, corregirnos y actuar por nosotros. El la época de Cristo, el ambiente social constaba de Fariseos jurídicos, Saduceos ambiciosos, Herodianos, sacerdotes Judíos, y gobernantes Romanos manteniendo un orden precario. En toda su historia junta, estos grupos pudieron haber estado de acuerdo sobre solamente una cosa: Jesús tenía que morir.
Los Fariseos valoraban la religión. Estudiaban, memorizaban y discutían la Ley de Moisés, y cuando no les bastó esto, añadieron más leyes. Su posición social media, los situaba cerca de la gente, pero su legalismo los puso en conflicto con Jesús. Oyeron decir claramente a Jesús (en un modo cultural) que él era Dios y el Hijo de Dios. Quizás lo hubieran ignorado pensándolo como un hombre loco, pero aquellos que habían sido agobiados por sus enseñanzas ahora estaban encontrando libertad en Jesús (Mateo 11:28). Además, Jesús enseñó que los Fariseos eran hipócritas y enseñantes falsos (Mateo 23:11). Jesús era una amenaza a las creencias de los Fariseos, a sus posiciones sociales y a su poder – pero no lograron matarlo al instante. Aunque los Judíos podían matar a alguien por razones religiosas (ver la apedreada de Esteban en Hechos 7), si los Fariseos hubiesen matado a Jesús por su propia cuenta, hubieran perdido su influencia y hubieran debido enfrentar una población irritada (Lucas 20:19). Al no poder deshacerse de Jesús por su propia cuenta, los Fariseos tuvieron que encontrar justificación política para matarlo. Y entonces Roma podría hacer lo sucio.
Los intermediarios entre los Judíos y los Romanos eran los Saduceos. Los Saduceos eran de la clase alta. Tenían el mayor poder político y las posiciones más altas en el Consejo. También eran helenistas, que quiere decir que aceptaban la influencia de la cultura y filosofía Griega. Pero porque los Fariseos tenían tan grande influencia con la gente, los Saduceos frecuentemente tenían que cumplir los deseos de los Fariseos en el Consejo. Fue fácil para los Fariseos convencer a los Saduceos que si no mataban a Jesús, él inspiraría una rebelión y traería la ira de Roma sobre todo Israel. Por más que los Saduceos esperaban el día en el que pudieran gobernar sin influencias externas, sabían que alguna rebelión que tuvieran, debería de ser completamente exitosa o de lo contrario Israel sería destruido (como lo fue en 70 A.C.)
Mientras tanto, los gobernantes Romanos en Palestina tenían que mantener la paz. Si surgía violencia (a veces sucedía), Cesar castigaría a los Judíos y a los oficiales Romanos.
Los Fariseos encendieron el fuego. Se aprovecharon del hecho que la gente de Jerusalén llamó a Jesús “rey” durante la entrada triunfal (Lucas 19:28). Los Fariseos, con los Saduceos de su lado, empezaron a acusar a Jesús de planear derrocar Roma, como si Él fuese un agitador. Irónicamente, esto fue probablemente la razón opuesta por la que Judas Iscariote traicionó a Jesús (Marcos 14:10). Es probable que Judas estaba esperando el derrocamiento de Roma, y cuando se dio cuenta que Jesús no estaba interesado en un golpe político, fue traidoramente desilusionado.
Los líderes Judíos llevaron su acusación contra Jesús al gobernante Romano Pilato. Pilato sabia que las alegaciones eran falsas, pero no pudo controlar a la multitud – una multitud que estaba provocada por el ruego de la muerte de Jesús (Marcos 15:11). El temor fue una motivación fuerte para Pilato. Si la gente hubiese hecho un disturbio, Roma lo hubiera declarado como un gobernante fracasado y hubiese sido arruinado políticamente.
Entonces los Fariseos querían a Jesús muerto porque Él les demostró sus pecados y minó su influencia. Judas quería a Jesús muerto porque Él no era el campeón político que Judas esperaba. Los Saduceos querían a Jesús muerto para asegurarse de la estabilidad de su posición política. Pilato no quería a Jesús muerto, pero temía un disturbio. Dios usó todas estas cosas para llevar a Su Hijo a la cruz para morir por nuestros pecados. Al final, no fueron los Judíos, ni los Romanos, ni Pilato, ni Judas quien pusieron a Jesús sobre la cruz; fue la avaricia, el temor, la envidia y el egoísmo. Jesús murió por culpa del pecado y por medio de Su muerte nos justificó y salvó de la ira de Dios (Romanos 5:9). “Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero»” (Gálatas 3:13).
Fuente: La muerte de Cristo
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